lunes, 21 de julio de 2025

EN TIERRAS DEL CONDOR 4 El lago Titicaca.

 



 

EN TIERRAS DEL CONDOR 4

El lago Titicaca, bisagra entre los mundos.

Al regreso del Condoriri, nos tomamos un par de días de descanso. En una de las muchas agencias de calle Sagarnaga contratamos una excursión de dos días al lago Titicaca.

Alegres, despreocupados y ligeros como críos en el recreo, o mejor aún, como críos de excursión, nos montamos en un autobús de línea y volvemos a internarnos en el altiplano.

Horas y kilómetros de altiplano. La puna desgrana sus paisajes adustos, austeros y áridos, con un no sé qué de meseta castellana arrasada a 4000 m de altitud. Como tantas otras veces en este viaje, todo empieza atravesando la puna.

El altiplano posee una presencia tan intensa, una intensidad tan despojada, tan despejada, en cierto modo tan desamparada, que merecería más que estas breves líneas, y tal vez las  tenga. Es tan paisaje como personaje, tanto escenario como desencadenante, y uno de los protagonistas sin duda de cualquier viaje a Bolivia. Algo parecido a lo que sucede con el binomio La Paz - El Alto.

Existen pueblos que parecen haber moldeado el paisaje a su medida. Y existen paisajes que parecen haber troquelado a sus pobladores a su imagen y semejanza. El carácter duro, orgulloso e inhóspito de la puna se refleja en mi vivencia de lo indígena, tan presente en Bolivia, y como la misma puna, tan ajena, tan insólita y en general tan desconfiada, levemente hostil. No abiertamente hostil, pero sí de manera a menudo perceptible.

En fin, no sé, tal vez sean solo ensoñaciones de blanquito eurocéntrico descendiente de linajes colonialistas. No en vano muchos de las grandes familias que históricamente han depredado y detentado el poder político del país, y aún detentan el poder económico, enarbolan con orgullo sus apellidos vascos.

Horas y kilómetros de altiplano, y aparece a lo lejos un vislumbre azul. La ribera del gran espejo celeste, el inmenso lago-mar que refleja la inmensidad de un cielo azul. El cielo siempre es azul en Bolivia, diría uno, apenas teñido por unas nubecillas blancas. Pero no, no son nubes, son los nevados que van alzándose en quebrado relieve a nuestra derecha, al oriente, rematados por el blanco del glaciar. Y a la izquierda, se va extendiendo la visión del lago, que muestra ya sin género de dudas sus gigantescas dimensiones: unos 190 km de longitud por unos 65-80 km de anchura.

Así es el lago Titicaca, una descomunal masa de agua dulce a 3800 m de altitud, en mitad del altiplano, vigilada al este por los sagrados relieves de los Apus, los nevados de la Cordillera real, venerados y temidos.

Una breve parada en San Pedro de Tiquina. Bajamos del autobús, y en una lancha a motor cruzamos el estrecho brazo del lago. Un par de km a lo sumo. Más tarde, el autobús es transportado en una tosca barcaza. Al parecer, hay ya planes para construir un puente.

Junto al embarcadero, una minúscula Comandancia de Marina. Tras la guerra del Pacífico (1879-1884), Chile arrebató a Bolivia Atacama y su capital Antofagasta, y con ello la salida al mar. Las relaciones entre los dos países siguen siendo conflictivas, esta vez no por el salitre, sino con el litio en el punto de mira. Para algunos en Bolivia, la herida aún está abierta. Las lanchas patrulleras del Titicaca son lo que queda de una flota que acaso aun sueña con surcar el Pacífico.

De nuevo en autobús continuamos nuestra ruta que asciende y desciende las colinas que bordean la gran masa de agua dulce. Las riberas se ven más cultivadas, más acogedoras que el agreste desparrame de estepas que se extiende tierra adentro. Me imagino ya pedaleando esta misma carretera, con destino a Copacabana, en peregrinación a la Isla del Sol…

……………

Los incas de etnia quechua vinieron de Cuzco, 500 km al norte, y no dominaron estas tierras ribereñas hasta el reinado de Pachacútec, hacia 1450, apenas 85 años antes de la llegada de los españoles (de nuestra llegada, como alguno gusta de recordarnos). En cambio, los primeros vestigios de la floreciente cultura de Tihuanaco se remontan hacia el 1500 a C. Tras su época de apogeo, entre el 700 y 1150 d C, Tihuanaco colapsa y se fragmenta, y aparecen varios estados aymarás, como los collás y lupacas, que compiten entre sí hasta ser sometidos por la fuerza de las armas por los incas (quechuas), siendo integrados en su imperio (Tawantisuyu).

Pese a ser una etnia de origen ajeno al Titicaca, curiosamente este lago-mar ocupaba un lugar central en la cosmología inca. De entre sus aguas, en las proximidades de la Isla del Sol, surgiría Wiracocha, dios-rey antropomorfo y creador, para traer la civilización. Creador del sol (Inti), la luna y las estrellas, o bien personificación del astro rey, sus hijos Manco Capac y Mama Ocllo serían los primeros seres humanos, ancestros de los incas. Por encargo de Wiracocha, emigrarián hacia el norte en busca de un lugar fértil donde fundar la que sería la capital de su futuro imperio, Cuzco. En adelante, Cuzco sería la cabeza del imperio, sede del poder político, pero el corazón espiritual se hallaría entre las aguas del Titicaca, en la Isla del Sol, allí donde todo empezó.

Quién sabe. Tal vez los incas no hacían sino apropiarse de la herencia cultural de la mucho más antigua Tiwanaku. Se han encontrado restos de de un importante centro ritual adscrito a esta cultura. En cualquier caso, en la actualidad la importancia y sacralidad de estas tierras y estas aguas para quechuas y aymaras es evidente, sea en su versión originaria indígena, sea permeando el catolicismo en unas prácticas que son ejemplo paradigmático de sincretismo religioso.

……………

Casi inesperadamente, el autobús supera una colina y al otro lado aparece una población de tamaño mediano arrimada a una bahía. Estamos en Copacabana.

Allí nos espera Carlos, nuestro guía. Aymara de 38 años, bajo y fornido, al contrario que la mayoría de sus compatriotas se muestra más brioso que relajado. Aunque a veces nos trata como a niños de colegio, es una mina de información, y gracias al ritmo que nos impone, más bien frenético, podremos sacar buen partido de nuestra breve estancia. ¡Hay tanto que ver, y tanto que aprender!

Una rápida comida, sin tiempo para el café, y volvemos a embarcar en una pequeña lancha rumbo a la Isla del Sol, bien visible desde aquí. El cielo es azul, luce el sol. Se diría que estamos en el Mediterráneo, pero falta el olor a salitre. Las gaviotas se acercan a curiosear, mientras que un par de zampullines se mantienen a distancia. Una focha con el pico bicolor se asusta cuando zarpamos. Cometo el error de subir a la cubierta superior. Pues el viento es frío y racheado, y levanta olas contra las que la lancha choca y se encabrita. Pasaré la hora larga que dura el trayecto firmemente aferrado a la barandilla, con miedo a salir despedido.

Doblamos un cabo, bordeamos una isla repleta de eucaliptos y nos acercamos a una pequeña bahía, donde un embarcadero de madera de aspecto endeble nos acoge. Estamos en Yumani, la más meridional de las tres comunidades en que se divide la isla.

La primera impresión es que estoy visitando un sitio un tanto impostado y kitsch. El extenso hotel a un lado, los dos chiringuitos con aspecto de palafito al otro, las poco afortunadas esculturas de Manco Capac y Mama Ocllo… Todo ello extrañamente solitario, por lo demás.

Pero tras pasar varias horas deambulando por la isla he de admitir que estaba equivocado. La Isla del Sol es una atracción turística, sí. En la parte alta de la aldea van construyéndose nuevos restaurantes y alojamientos. Es verdad. Pero paralelamente a esta realidad, la vida tradicional aymara sigue desarrollándose según sus propios usos y ritmos. Tres mil habitantes distribuidos en tres comunidades. Ni carreteras, ni vehículos, los desplazamientos se hacen a pie o a lomos de burro. Todo se transporta así. Tampoco existe un puerto digno de este nombre, de modo que se tiende a la autosuficiencia. Todo ello ralentiza y minimiza los efectos del desarrollo. El visitante cree hallarse ante la permanencia de un ritmo de vida inmemorial, que no parece haber variado en lo esencial en los últimos siglos.

La aldea de Yumani se halla a media ladera. Desde el embarcadero se accede a ella por la Escalera del Inca, de fuerte pendiente. Junto a ella discurre una caudalosa corriente de agua que mana de una fuente de tres caños, la Fuente del Inca, antaño sagrada, y se dice que asimilada por los conquistadores españoles a la fuente de la eterna juventud… Abajo en el embarcadero, el parapeto de contención de la ladera es también de factura inca. Y a cinco minutos de navegación llegamos al “Palacio del Inca”, Piko Kaina, edificio de dos pisos construido en tiempos de Túpac Yupanqui (hacia 1500), usado al parecer para albergar a los peregrinos que llegaban aquí de todo Tawuantisuyu. Ya por entonces está atestiguado el uso ritual de la hoja de coca.

Es profunda la huella inca en esta isla hoy habitada por aymaras, que aunque en la actualidad se perciben diferentes y hablan (hablaban) lenguas distintas, se reconocen en esa cosmología, al igual que los quechuas actuales.

La Isla del Sol es alargada y de planta irregular, con alargados cabos y profundas ensenadas. Ascendemos a su espinazo a través de las escarpadas laderas aterrazadas. A medida que la respiración se hace entrecortada, el panorama se amplía, y la mirada se maravilla.

Un cernícalo se cierne sobre nosotros. Carlos nos señala alguna planta medicinal, y nos desgrana las tareas y los tiempos del ciclo agrícola. En los altos encontramos cruces hechas de paja de buen tamaño, protectoras frente al granizo. También hay nichos de piedras donde hacer ofrendas a las Achachilas, espíritus tutelares que habitan colinas y montañas. A la luz del crepúsculo todo lo que contemplamos, isla, lago, nevados, aparece con una belleza irreal, realzado hasta lo sublime.

Pienso que sería hermoso seguir caminando mientras el sol se pone, recorrer el espinazo de la isla hasta alcanzar los recintos sagrados que se hallan al extremo norte, 10 km más allá. Contemplar la Roca Sagrada o de los Orígenes, y el templo del Laberinto o Chincana, donde tal vez culminaba la peregrinación. O tal vez lo haría en la costa norte, donde recientes excavaciones han encontrado objetos de oro y fragmentos de cerámica votiva en forma de jaguar relacionados con la cultura Tihuanaco… Tal vez en otra ocasión.

Esta excursión a lo largo de la isla era un clásico hasta que un conflicto entre las comunidades de Challa y Challapampa interrumpió el acceso hace unos años. Paradojas del mundo aymara, donde una mentalidad comunitaria que sacrifica a menudo el beneficio individual en pro de la comunidad, es compatible con la feroz competencia entre comunidades, pudiendose llegar a la violencia.

La desigual distribución de los ingresos del turismo entre las comunidades de la isla llevaron a las dos más norteñas a enzarzarse en un conflicto que tras varios años de tensiones y bloqueos culminó en la muerte más o menos accidental de una turista coreana. Tuvo que producirse esa desgracia para que la embajada surcoreana instara al gobierno a mediar para desbloquear la situación. Ahora, nos asegura Carlos, las cosas se han calmado, y ya no hay bloqueo.

Mientras descendemos a Yumani vamos cruzándonos con aldeanos, hombres y mujeres que van o vienen de los campos, acarreando paja o conduciendo el ganado, ovejas sobre todo, burros, alguna llama… Sí, el tufillo a decorado del embarcadero no era más que un espejismo. Independientemente de beneficiarse del turismo, la comunidad sigue sus rutinas tradicionales, con sus bancales en las laderas y sus pequeños huertos junto a las viviendas.

Más tarde, nos regalaremos con una opípara cena regada con vino y una copita de Singani, el aguadiente local, mientras las últimas luces tiñen de rojo los glaciares de los nevados…

Patxi Airatik

 



Copacabana


San Pedro de Tiquina




Llegando al embarcadero


Escalera del Inca

Fuente del Inca

Isla de la Luna




Isla de la Luna

Palacio del Inca, Piko kaina.










Nuestro albergue







Amanecer en la Isla del Sol





Yumani


Piko Kaina desde Yumani





No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL VERANO DE LAS GRANDES CABALGADAS 7 Fuera de lugar. Góriz.

    Cilindro de Marboré Hacia Góriz   EL VERANO DE LAS GRANDES CABALGADAS 7 Fuera de lugar. Góriz. Ordesa. Hermosos lienzos de roca qu...