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Risco Pardecillos, Pólvora, 2º largo |
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Cueto Agero y satélites desde Lebeña |
DESPUES DE LOS ANDES…7
PEQUEÑAS PAREDES, GRANDES ESCALADAS
Cueto Agero, noviembre del 2024
Siguiendo los pasos de Juan, asciendo por la fisura en arco de círculo. Poco a poco va ganando verticalidad, pero aun se presenta franca y gozosa. Algún paso en oposición, buenos emplazamientos para los seguros. Abajo quedaron un par de puentes de roca. Pero ahora la fisura se estampa contra un techito, que la vía bordea por la derecha. Un muro vertical y compacto, con pequeñas rugosidades de las que hay que progresar. Por suerte aparecen los parabolts. Hay un buen apretón en perspectiva, pero con la cuerda desde arriba todo es más fácil… 6ª+.
Llego a la reunión, desde donde Juan me asegura. Recupero un poco el aliento y miro hacia arriba. La pared no es vertical, pero casi. No alcanzo a ver el final del largo. Lo que diviso es una fisura estrecha, a veces demasiado incluso para protegerla, inserta en una especie de canal abierta y poco definida. Tal vez algunas presas en la canal, a la derecha de la fisura, puedan ayudar… Ningún seguro a la vista.
Volvemos a mirar el croquis. Un largo largo, de 40 ó 50 m, sin expansiones. Solo dos clavos que no alcanzamos a ver. 6ª+. Así que debe de haber fisura para protegerse, espero. Un largo de esos que tanto nos gustan, que tanto tememos. Escalada de aventura de verdad, donde no es seguro que salgamos por arriba… O tal vez sí, pero no las tenemos todas consigo. Bueno, en definitiva, una de esas vías que te recuerdan qué es lo que amas en la escalada, qué es lo que te hace continuar por este sendero que elegiste hace ya más de 40 años. Un largo para dar sentido a esas periódicas y frecuentes sesiones de deportiva con Carlos o Pablo o Gontzal, (satisfactorias, por supuesto) para que dejen ser una especie de gimnasia de mantenimiento. Un largo intenso esperando que vuelva el tiempo de las grandes paredes, y antes de que nos caduque.
Así que sin más demora, cargado de txatarra comienzo a progresar. Avanzo unos metros, protegido por microfriends en la fisura. Llevo las piezas pequeñas y medianas a mano, pues parece que la fisura será estrecha. Pero aún quedan muchos metros, y temo quedarme corto de material del tamaño adecuado. Hay que asegurarse con cabeza.
Tras 6 ó 7 m llego a una sección bastante dura e incómoda. La fisura, a la que hasta ahora me agarraba y que me permitía protegerme, se vuelve ciega. Abro la pierna de la derecha en una oposición precaria en la huidiza canal. Intento meter los microfriends más pequeños en la fisura, pero no quedan bien. Luego lo intento con algún fisurero. Tampoco. Y a todo esto, me estoy cansando. A la altura de mi rostro, a la derecha de la fisura, una laja parece haber saltado. ¿Sería el emplazamiento del clavo que marca el croquis, que ha saltado en algún vuelo?
Se impone una huida hacia adelante. Algo más arriba hay un par de presas a la derecha… Con unos pasos en oposición, en precario equilibrio las alcanzo. Uff! Gracias a ellas me incorporo con rapidez a una posición bastante más cómoda. Estoy tan aliviado que casi no veo el pitón, que por fin aparece, en una laja lateral muy parecida a la que había visto antes. Mosquetoneo el clavo y respiro. Aun quedan 30 o 35 m.
La fisura continúa, ahora más cómoda de ascender y de proteger, y me regala unos movimientos bellísimos. Pero sigo racionando las piezas de que dispongo para protegerme, usando para ello fisureros cuando es posible, y reservando los friends. Tras 20 m de largo o así, aparezco en una repisa que me ofrece un buen reposo. Justo encima tengo otro pitón, del que pende un anillo de cuerda descolorido. Estoy a punto de tener que usar la navaja, pero al fin consigo enhebrar un mosquetón. Este es el último seguro fijo, y todavía queda mucho largo. No voy a negar que en esos momentos me hubiera sentido más confiado si en lugar de dos pitones hubiera encontrado dos parabolts, pero ahora sé que la intensidad de lo vivido y la huella que ha dejado en mi memoria no serían iguales.
Por encima de la repisa la pared se vuelve vertical, y me impide ver lo que sigue. La fisura continúa, un labio bastante más saliente que el otro. Me asomo a ella: no ofrece buenas presas ni empotres evidentes, pero sí un canto bastante definido. Toca escalar en bavaresa.
El comienzo es atlético y tira para atrás, pero a los pocos pasos empiezan a aparecer apoyos para los pies. Para mi fortuna, pasados unos metros la fisura parece ensancharse. Aún en bavaresa, colgado de un brazo busco en el portamaterial y logro instalar un buen camelot del dos. Pocos metros más arriba, me aseguro con otra pieza de igual tamaño. El protegerme con dos piezas de las gordas me da confianza, además el terreno se tumba un poco y puedo visualizar lo que queda de largo. De nuevo la fisura se estrecha, pero el terreno se vuelve más cómodo y ya sé que tengo piezas suficientes. En total, además de los dos pitones, usaré otras 13 piezas, entre fisus, aliens, camelots y tótems. Antes siquiera de llegar a la reunión, una oleada de alivio y satisfacción salpicadas de exaltación se va adueñando de mí, un don de la roca que me acompañará en los momentos más insulsos y monótonos de mi vida añadiéndoles sabor…
Esta vez es Juan quien sigue mis pasos para llegar a la reunión, encantado también con el largo y la escalada. En dos rápeles estamos en el suelo. Hoy hemos escalado solo 4 largos, los dos primeros de Sanguinaria (V-Vsup) y los dos primeros de La Pólvora (6ª+, 6ª+ ). Pero aunque hay tiempo para otra subida, ambos nos sentimos física y psicológicamente agotados, además de satisfechos. Y cuando tras la afarimerienda en Lebeña nos acerquemos a Potes para un café, la fatiga se hará presente.
Hay muchas vías de este pelo en Cueto Agero y alrededores. Los locales han sabido mantener ese carácter salvaje y de aventura en la mayor parte de sectores. Mientras en nuestra tierra parece no haber alternativa a la escalada deportiva, y en Aragón incluso proliferan las vías sobreequipadas, aquí el compromiso de las vías no depende de su longitud. Incluso en paredes pequeñas, pueden encontrarse grandes escaladas. Tampoco es que sean vías expuestas: cuando no hay fisura, aparece el parabolt. Pero es una escalada que requiere oficio, además de grado. Te pide más, y te da absolutamente más.
Estamos escalando en un contrafuerte del Risco Pardecillos, recorrido por bastantes vías de 3 ó 4 largos equipadas de esta manera. De ellas, 4 ó 5 son asequibles para nosotros por su grado. Mañana, tras vivaquear en Lebeña volveremos a subir la empinada cuesta desde Allende, atravesando el encinar lastrados por la pesada mochila. ¡Casi llevamos la misma chatarra que llevariámos a Yosemite! Mañana le tocará a Osiris, otra hermosa vía que ya recorrimos hace décadas. Otra vez fisuras técnicas a proteger, majestuosos diedros y un final apoteósico por unas verticales lajas protegidas por dos parabolts. Tres largos, 6b-Vsup-6ª+
Lo dicho. Pequeñas paredes, grandes escaladas.
Patxi Aiaratik
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Un paraíso llamado Lebeña |
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Magnífico 3º largo de Osiris, 6a+ |
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Finalizando el 2º largo de Osiris |
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Osiris, largo 1, 6b |
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Risco Pardecillos |
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No es para tanto... |
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Uff! De la que hemos librado! |
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Pólvora, vista del 2º largo |
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Pólvora, largo 1, |
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Sanguinaria, 2º largo, V sup |
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1ª reunión de Sanguinaria |
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Sanguinaria, un V bien duro |
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