viernes, 31 de octubre de 2025

EL VERANO DE LAS GRANDES CABALGADAS 3 El valle de Estós.

 

La cresta fronteriza, sobre el valle de Estós

La cabaña del Turmo, ahora cerrada.

 

EL VERANO DE LAS GRANDES CABALGADAS 3

El valle de Estós.

“Ahora ya no queda nadie de los de antes

Y los que hay

Han cambiado, han cambiado”

Difícil escapar al estribillo de Celtas Cortos, ahora que estamos a punto de llegar a la cabaña del Turmo a la que alude la canción… Han pasado cuatro días desde que volvimos de Ordesa, y ahora es a Benasque a donde nos dirigimos con la idea de completar otra de las “Cien mejores” y de paso incrementar nuestra colección de tresmiles.

Es esta una salida largo tiempo acariciada. Conocíamos ya bastante bien las vertientes francesas de Luchon, Espingo y Portillon. Habiamos vivido Juan y yo buenas y bellas escaladas, solos o en compañía de otros amigos: Juanillo, Unai, Victor… Ahora tocaba conocer el acceso a estas montañas desde el sur, y recorrer la cresta fronteriza, pródiga en cimas de más de 3000 m.

No esperamos grandes dificultades, así que reducimos el material al mínimo: una cuerda, 6 expreses, abundantes bagas, algunos fisus y friends hasta el nº 2. Al estar al inicio de temporada tras una primavera de nevadas tardías, decidimos portear crampones y piolet txikito, además de bastones, así que calzamos botas de trekking. Se espera calor, pero sin tormentas, así que el saco de dormir es también ligero. Aun así, la mochila termina hasta los topes, con cantimplora y mochilita de ataque colgando por detrás. Al final resulta siendo cierto eso de que el gran alpinismo empieza por una gran mochila.

Tras muchos años pateando mayormente las mismas zonas, es siempre ilusionante recorrer valles desconocidos. Esta vez se tratará del valle de Estós, pasado Benasque, que en cosa de tres horas nos conducirá hasta el refugio homónimo, y en un par mas hasta la cresta fronteriza.

Estamos a 7 de julio. El Pirineo nunca se muestra tan bello como a inicios del verano. Apenas retiradas las tardías nieves, la gloria de las flores se despliega triunfante por los prados alpinos: Iris, azucenas, genciantas, acónitos y muchas otras especies tachonan de colores el césped que arroyos henchidos por el deshielo irrigan en abundancia. Y más arriba, hacia las cumbres, la nieve aun muestra su hermosura, aunque constreñida a las vertientes norte. Más tarde desaparecerá totalmente, y la montaña se verá más triste, uniforme y mineral.

A eso de las 16:30 empezamos a caminar desde el parking, a 1300 m de altitud, poco km pasado Benasque. El itinerario sigue una cómoda pista a la vera del caudaloso río Estós, por bosques y praderas, hasta llegar a la cabaña del Turmo (1733 m). Desde allí, más estrecho pero cómodo y a tramos empedrado para facilitar el porteo de los quads, continúa hasta el refugio de Estós (1895 m) En total tres horas de agradable marcha por un paisaje más que bello y en todo su esplendor, escoltados a nuestra diestra por las crestas que esperamos recorrer.

A una hora del parking hemos pasado el desvío al valle e ibones de Batisielles, sede de las agujas de Perramó. Otro enclave que algún día habrá que visitar.

Apenas nos detenemos en el refugio, pues la idea es vivaquear más arriba, junto a los ibones de Gías. La senda se vuelve más incómoda y fatigosa, aunque atraviesa hermosos megaforbios abarrotados de flores. Tristemente, me invade la misma sensación que en Añisclo. ¡Que pocos insectos se perciben para tantas flores!

Vamos ganando altura, y los poderosos relieves del macizo de Posets van haciéndose más y más evidentes. Hermosas crestas que algún día habrá que recorrer. El cansancio se hace sentir. Un viento frío y desagradable se levanta, y la luz empieza a declinar. Estamos a 2450 m, aun lejos de los ibones. Pero afortunadamente a la vera de la senda aparece un vivac con murete bajo un bloque de granito. Esta noche nos quedaremos aquí. No es un lugar demasiado cómodo, ni para cocinar ni para dormir, y menos con este viento. Pero bueno, el cansancio de la jornada me hará dormir como un tronco.

Ya estamos en la montaña.

Patxi Aiaratik








Aconitum


Azucena con zygaenas

Lilium martagon
Acercandonos a la cabaña del Turmo



Col y pico del Portillón

Al fondo, Arlaud y Gourgs Blancs

Gentiana lutea

Espectacular floración


Ref de Estós

Primer vivac

Una buena mochila







jueves, 23 de octubre de 2025

EL VERANO DE LAS GRANDES CABALGADAS 2 Añisclo.

 

 

 

Primera visión del cañón, desde el puente de San Urbez.

San Urbez, lugar de poder.

EL VERANO DE LAS GRANDES CABALGADAS 2

Por las profundidades de Añisclo.

 

Complejo asunto, el de las geografías de la belleza. Es difícil describir lo que convierte un escenario bello pero banal en algo sublime. Una cierta armonía es necesaria; los contrastes ayudan, pero la monotonía no está exenta de hermosura… ¡Ay!, las níveas extensiones de la tundra, la multiforme uniformidad del océano de agua o de arenas…

Es más sencillo detectar los elementos que corrompen el paisaje, robándole su magia. Cicatrices recientes que lo desfiguran, elementos incoherentes que rompen su cohesión, y por encima de todo en estos tiempos de sobreexposición, la masificación. Más allá de cierto umbral, experimentar la belleza de un enclave en su integridad se hace imposible. Tal vez por ello, el objetivo último del visitante actual no es ya la contemplación de la belleza, ni su apropiación simbólica mediante su representación. El foco ha pasado del paisaje al sujeto, que ya ni siquiera lo contempla, sino que le da la espalda mientras se muestra sonriente a sí mismo. La figura del sujeto ocupa la mayor parte del encuadre del selfie, sobre un segundo plano apenas vislumbrado o sugerido. Pues lo importante no es la experiencia, sino la comunicación: “yo he estado allí”.

Reflexiones un tanto sombrías que emergen tras nuestras incursiones en el Parque Nacional de Ordesa, al hilo de conversaciones con el chofer del bus que nos sube a la Pradera, o en el Centro de Interpretación. 1800 personas es el tope de visitantes admitidos simultáneamente en la pradera de Ordesa. Cuando se alcanza esta cifra, los autobuses dejan de subir, hasta que baje el número… ¡Y esta cifra se alcanza en verano bastante a menudo! ¡Uff!

……………

Pero en esta madrugada del 2 de julio, las hordas de visitantes aun no han hecho su aparición. Gracias a la afortunada conjunción de meteorología desfavorable y hora temprana, nuestra incursión en Añisclo será solitaria y propicia a la contemplación. Apenas encontraremos algunos excursionistas cuando alcancemos la “autovía” del GR 11, entre la Fonblanca y el col de Añisclo.

El cañón de Añisclo es uno de esos escenarios que uno puede calificar sin duda de sublime. Una garganta rocosa de enormes dimensiones por cuyo fondo discurre el río Bellos, escultor formidable, flanqueado por un lujuriante bosque de ribera. La senda se abre paso por el bosque mixto, pero pronto se ve cortada por un estrechamiento del cañón, y debe buscarse la vida zigzagueando entre bloques, pedreras y musgo para alcanzar, 50 ó 100 m más arriba, una vira o erea que permita el paso, hasta que otra rampa permita volver a la ribera. Y así una y otra vez.

Ayer hubo tormenta y también se espera para hoy. En el parking no hay más coche que el nuestro mientras nos preparamos para lo que intuimos que será una larga jornada. El cañón de Añisclo es una de las 100 propuestas de Bellefon que nos quedaba por tachar. Bellefon lo plantea partiendo desde Goriz y en descenso. Nosotros lo abordaremos desde San Urbez, así que tendremos que recorrerlo en ida y vuelta. No tenemos muy claro que podamos llegar hasta el collado de Añisclo, y menos con esta previsión. Ayer mismo, según entrábamos en los sacos de dormir en nuestro vivac en Aínsa, una chaparrada nos obligó a despertar y de paso estrenar el “tarp” o toldo que Juan se ha agenciado para la ocasión. Así que el anorak va en la mochila, que por lo demás, salvo agua un poco de picoteo, está casi vacía. Además, el desnivel es considerable, 1400 m desde los 1000 a los que estamos hasta los 2400 del collado.

Son las 7:00 h. Pronto atravesamos el bello puente medieval, un tanto desfigurado por la cercanía del otro más moderno, y nos plantamos bajo la cueva-ermita de San Urbez. Un lugar de poder, sin duda. Avanzamos ligeros, primero por cómoda pista, después por sombría senda, entre la verticalidad de los cantiles y la horizontalidad de las ereas y la ribera, a través de bosque, musgo y roquedo. Iris, azucenas, alguna orquídea, escasos edelweiss… Impresiona la variedad del bosque: hayas, abetos, fresnos, avellanos, serbales, mostajos, sauces, tejos, boj… Es un bello escenario, y sin embargo tengo la sensación de que falta algo. Apenas se percibe el canto de los pájaros. Tampoco el bullir de insectos en las zonas soleadas. Tendré la misma impresión más veces este verano. ¿Estaremos quedándonos sin vida incluso en el corazón del parque natural? Se me encoge el corazón.

A las tres horas de marcha llegamos a la Ripereta y su cascada. Reconozco el lugar. Edu y Sonia me lo mostraron hace muchos años. Son unos enamorados de Ordesa, ya que se enamoraron allí… Aquella vez vimos al tritón pirenaico, pero hoy solo hay renacuajos de sapo. Bueno, y las hermosas Pinguicula longifolia, planta carnívora y rupícola, tal vez el endemismo más valioso del Parque.

Aun nos quedan dos horas de marcha, con perspectivas siempre cambiantes y siempre bellas, hasta que por fin salimos del bosque y el cañón comienza a abrirse entre prados y laderas más despejadas. Estamos en la Fonblanca, a 1700 m. Es la confluencia de dos barrancos, uno que conduce a Goriz y otro al col de Añisclo, ambos parte de la GR 11. Hay fuente y una pequeña borda. Es tiempo de picar algo, descansar y decidir que hacemos.

De momento, el cielo sigue azul. El collado se ve próximo, pero aun faltan 700 m de desnivel. Finalmente nos decidimos a subir.

Según nos acercamos al collado, empezamos a cruzarnos con grupos de senderistas. El cielo va cubriéndose rápidamente. Tras dos horas de subida, llegamos por fin al collado de Añisclo. Pero ahora que podemos pararnos para descansar y picar algo, resulta que empieza a chispear. Descendemos con rapidez, y el cielo nos da cierto cuartelillo hasta regresar a Fonblanca. Pero aquí el aguacero arrecia, y tenemos que guarecernos un buen rato bajo un pino bastante tupido. Hasta echamos una microsiesta. Cuando escampa, nos ponemos de nuevo en marcha.

Serán otras cuatro horas de marcha en soledad. La tormenta se desparrama en lluvia suave pero contínua, pero ya estamos bajo el manto protector del bosque. Un par de mirlos acuáticos se zambullen en las pozas. La penumbra húmeda del hayedo es más oscura que nunca, y nos topamos con hasta cinco sapos de buen tamaño que las lluvias animan a salir.

Es largo, el cañón de Añisclo, tan largo como hermoso, tanto como 36 km de ida y vuelta.  Y se nos hace largo al final. Regresaremos al coche tras 12 h de marcha.

En los próximos días, el mal tiempo se adueñará del Pirineo. Es hora de volver a casa. Pero lo haremos satisfechos, tras dos actividades interesantes y una más de “Las cien mejores” en el bolsillo. Y sobre todo, con la mirada y la memoria saturadas de belleza…

Patxi Aiaratik


En la Ripereta






Pinguicula longifolia




Lilium martagon, azucena


Brotes de tejo




El cañón se abre. Al fondo el collado.

Fonblanca




Atras va quedando el cañón

Col de Añisclo, 2400 m

Viola biflora

Regreso bajo la lluvia


La lluvia despierta a los sapos amodorrados por la ola de calor



 

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