domingo, 12 de enero de 2025

VERANO EN CHAMONIX 7 Dent du Géant, 4013 m.

El Dent du Géant visto desde el Valle Blanco
En la cara Oeste del Diente.

VERANO EN CHAMONIX 7

Dent du Géant, 4013 m.

 

No es la más alta, ni la más afilada, pero tal vez sea la más airosa de las abundantes cimas que en el macizo del Mont Blanc superan los 4000. Un enorme monolito de granito, aislado y compacto cual solitario menhir marcando rutas milenarias. Transmite una sensación de enérgico vigor, como un puñetazo en la mesa. Aquí estoy yo, fuerte y sólido. Y si quieres subir a mi cima te costará.

En la actualidad, gracias a (o por culpa de) los guías italianos de finales del siglo XIX, la ruta normal al Diente del Gigante está totalmente equipada con maromas similares a las del Cervino. Esto lo ha convertido en accesible a muchas cordadas, que habitualmente se amontonan para escalarla. Sin las cuerdas fijas se trataría de una hermosa escalada de unos 150 m con largos de IV y V, con algún paso aislado de V sup. La roca es sólida, bien fracturada con fisuras que permiten la progresión y el aseguramiento, algo pulida en algún tramo. No es de extrañar que se vea asediada por los montañeros. Su posición privilegiada al este del inmenso plató glaciar del Gigante, dominando la confluencia con el Valle Blanco lo convierte en un maravilloso mirador. Y su silueta asoma reconocible e inconfundible desde las alturas que lo circundan.

Sorprende apreciar lo endebles que son los cimientos de este soberbio monolito. Una auténtica escombrera protege el Dent du Géant, formando por así decir la encía de la que arranca. Tal vez la ola de calor que padecemos sea en parte la responsable. Pero el caso es que las laderas que descienden del Diente en dirección Helbronner-Torino son un amasijo de arena, grava y cascajo dispuesto a desprenderse a la menor ocasión. A veces lajas descomunales de varios metros de altura y toneladas de peso descansan semienterradas en equilibrio inestable. Al aproximar, dos cordadas distintas que ya bajan nos cuentan lo mismo. Según subían aun de noche,  en medio de un gran estrépito una de estas lajas situadas sobre ellos se ha desplazado media docena de metros. Un susto espeluznante.

De una de las laderas a nuestra derecha según aproximamos, los derrumbes son casi ininterrumpidos. Estamos viendo una lección de geología en directo. Y de los efectos del cambio climático. A esto no se le puede llamar erosión, esto es más bien una demolición en toda regla. Decenas de toneladas de granito, tal vez cientos, yacen sobre el glaciar.

Y sin embargo, a otra escala, el gigantesco monolito permanece estable, inalterable, aparentemente eterno, ajeno al descascarillarse de sus laderas.

……………

La idea es ascender al Dent du Géant (4013m) por la vía normal de la cara Oeste. Lo que podría parecer una hora de salida tardía debida a nuestro involuntario vivac, en realidad es un plan deliberado: plantarnos en la vía lo suficientemente tarde como para que la pared esté ya iluminada y caldeada por el sol, a la vez que evitamos colas.

La aproximación glaciar se ve cómoda y evidente, así que vamos desencordados. Hace calor. Por las inestables laderas a nuestra derecha van cayendo pequeños desprendimientos, que nos obligan a apresurar el paso en esa zona.

La transición del glaciar a la roca es cómoda. Allí dejamos bastones, piolet, algo de ropa y agua, y seguimos trepando por un espolón bastante roto y cutre, siguiendo algún hito e intentando no provocar derrumbes. Tras cruzar un par de cordadas ya de descenso, a las 12:30 estamos en la “Salle a manger”, amplio y cómodo hombro sobre el que se eleva airoso el Diente del Gigante. Unas dos horas y media desde la tienda.

La jugada nos ha salido bien. Hoy si no me equivoco seremos la 9ª  y última cordada del día, pero estaremos solos en la pared. Tras dejar las mochilas en la base de los ráppeles (hay una cordada bajando), a eso de las 13:00 doblamos una esquina y nos plantamos en la cara Oeste, en la base de la pared. Genial, ya está dando el sol.

La vía normal al Dent du Géant se remonta a 1882. Hoy en día equipada con maromas, impresiona ver el tamaño de las “P” de forja que les sirven de anclaje. Al ser una vía muy repetida y deseada, son numerosas las cordadas que coinciden allí, disputándose el primer puesto a base de madrugar. Pero la pared no recibe el sol hasta el mediodía, y tiene su cosa escalar IV y V a 4000 m y a la sombra. Además está la presión de las cordadas que vienen por detrás. Finalmente, la mayoría de cordadas sube tirando de maroma.

Nosotros estamos al sol, nadie nos sigue y solo se divisa una cordada 3 ó 4 largos por encima. Nos hemos asegurado de que no tocaremos hielo ni al subir ni al bajar, así que estamos con pies de gato. De hecho, las botas están junto a las mochilas. Así que podemos disfrutar de la vía con toda tranquilidad. Es una bella ruta, de gozosa escalada de IV y V, aunque bastante pulida en algunos tramos. Realizaremos 4 largos en la pared, algunos a 50 m, saltándonos alguna reunión, y luego otro de arista. El paso más duro, por lo lavado, está en el tercer largo. Hay algunos pitones y parabolts

además de las reuniones, pero nosotros nos daremos el gusto de cacharrearla.

Según ganamos altitud, una espectacular panorámica se nos ofrece, a la vez que se hacen demasiado evidentes los efectos del impacto de los rayos. Impresiona ver algunos anclajes medio fundidos. No mola estar aquí con riesgo de tormenta. Tras una cresta horizontal, a las 15:00 estamos en la cumbre del Dent du Géant, junto a la virgen, también ella pobrecilla alcanzada por algún relámpago. Tres rápeles muy verticales a 45 m, y a las 16:00 estamos en la base de la pared quitándonos los gatos.

Nos llevará otras dos horas regresar a la tienda, con algún momento tenso al desencadenarse un derrumbe bestia mientras descendemos el glaciar. Por si acaso ha habido que correr, aunque la mayor parte de los derrubios afortunadamente es interceptada por una gran grieta… Estas temperaturas que nos permiten escalar tan ligeros de ropa tienen otras efectos más desagradables. De día y de noche, estando como estamos a 3.400 m, el sonido de los desprendimientos nos acompaña, y ni siquiera al amanecer dejamos de oir el murmullo de agua que gotea al glaciar…

Pero bueno, ahora estamos sanos y salvos en la tienda, contemplando las últimas luces que precisamente iluminan la cara Oeste del Diente, mientras preparamos una opípara cena a base de fabada y albóndigas gentileza de Papila. Una hermosa jornada.

 

Patxi Aiaratik

 

El Diente al atardecer



Bajando el glaciar. Fijaros en los desprendimientos


En la cima!

Papila en la antecima


La virgen herida por el rayo

Arista Rochefort-Jorasses









Tercera reunión

Gigantesco monolito




A por el 2º largo.




Trepando por el zócalo

Toneladas de roca...



Capucin, Roy du Siam, Adolphe Rey



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