INVIERNO LEJANO, 1.
Norte del Taillon.
Finales de enero, apenas hay nieve en el Piri y las temperaturas son más que primaverales. ¡Qué lejano parece el invierno! A mí me urge estrenar mis botas de alpinismo, las viejas pasaron a mejor vida este verano en Chamonix. Algo habrá que hacer.
Se instala un potente anticiclón, pero apenas hay materia prima, salvo en cotas muy altas. El primer muro de Gavarnie está seco, pero como era de esperar las goulottes del Taillon están en condiciones. También llegan noticias de la zona de Vielha. Planeo con Txingu una escapada hacia allí, pero la gripe nos lo impide.
Y por fin, una piada prometedora de la cara Norte del Taillon. Hablo con los amigos y Pablo responde enseguida. Ya sabía yo que le tenía ganas… Gontzal también nos acompaña. Él prefiere darse una vuelta con los esquís de travesía pero nos dará soporte logístico, lo que siempre es de agradecer, je je.
A las 6:40 arrancamos la pateada desde el parking de Especières (1650 m). La noche es clara, hay luna llena y avanzamos sin frontal. La visión de las pistas de esquí prácticamente sin nieve es penosa, pero nos facilita la marcha. La poca que hay está transformada y helada, pronto ponemos los crampones. La zona próxima al col de Bujaruelo (2270 m) es una auténtica pista de hielo, pero a partir de aquí la montaña luce hermosa, blanca y resplandeciente al sol matinal. Está saliendo el sol.
Por delante nuestro, bastantes cordadas se afanan en el cono de acceso al glaciar de Gabietús. La mayoría vienen de Aragón por el col de Bujaruelo, y nos llevan una buena hora de ventaja. ¡Vaya madrugón! En la cara N del Taillon, una cordada ya ha entrado a la vía y otra se está acercando a la base. Seguimos sus huellas, y la aproximación es cómoda.
Son las 9:30 cuando entramos en la vía. Nuestras mochilas son ligeras. Llevamos 6 expreses (dos disipadoras), 5 tornillos (4 cortos), tres pitones, unos pocos fisus y friends y un ancla cada uno. Solo llevamos una cuerda.
- ¿Qué tal lo ves, Pablo? ¿Vamos sin cuerda?
Las condiciones son óptimas, nieve helada con una ligera huella apenas esbozada. Enseguida, en el corredor de entrada tropezamos con un resalte más pino, unos 60 o 65º de nieve más dura en la que solo entran las puntas. Cuic, cuic. Crampones y piolets muerden de maravilla. La temperatura es también ideal, fresquita, sin más. De hecho, empezamos la escalada con los guantes de aproximación, aunque tras 100 m de pared paramos en una repisa para cambiarlos por otros más calientes.
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Tengo un vago recuerdo de mi primer contacto con esta vía, hace… ¿40 años? Fue durante una fastuosa Semana Santa en la que también ascendimos el Swan y la Norte del Perdido, con vivac en Tucarroya. ¿Qué botas llevaba? ¿Tal vez esos tochos Cabrit de cuero que ahora almacenan polvo en un apal del garaje? ¿Qué ropa llevaría? Yo creo que no iba con el “libertario” de lona azul, símbolo de una época. Tendría algún forro polar por aquel entonces? O tal vez iba con jersey de lana bajo el “canguro doble” que por entonces nos parecía lo más de lo más. Lo que sí recuerdo es que crampones y piolet eran de la soci. Un único piolet, de esos hermosos y venerables con mango de madera, similares al “Super Conta” que hace un par de años me traje de un mercadillo en Chamonix, y que ahora adorna la chimenea. ¿Cómo estaría la pared? Tengo vagos recuerdos de nieve blanda, pero cómoda para ascender, sobre todo con la huellas hecha. Creo que pasamos un pequeño resalte en roca. ¿Fue allí donde metimos un pitón, o aquello fue en la norte del Anayet? Estábamos Juan, Txingu y yo, y un amigo de Donostia que tras la paliza del Perdido decidió no venir. No tengo fotos de aquella época, no tenía cámara, y esa es una de las razones que me hacían desear volver. La nostalgia es tal vez cosa de la edad. ¡Con qué alegría volví a recorrer la Norte del Anayet con el siempre añorado Scottish Carlos! Y además le añadimos una entrada de los más picante…
En lo que a Pablo respecto, imagino que sus ganas vendrán de tratarse de una de las Cien mejores.
En 40 años han cambiado muchas cosas. Ha cambiado el material, así como los gustos y preferencias de los escaladores. Una serie de accidentes han contribuido a crear una cierta leyenda negra en torno a esta pared. En efecto, si las condiciones son malas, si la nieve está avalanchosa, o si una ligera capa de nieve polvo recubre una base bien helada, puede ser un terreno muy peligroso. Pero hoy no hay nada de eso, solo una noble rampa helada. Eso sí, no hay que tropezar, pues la autodetención sería imposible.
Hoy este tipo de vías no son muy populares, la gente prefiere las cascadas, más difíciles pero de mejor protección, o corredores más encajados que permitan protegerse en roca. Y sin embargo, son estas líneas de nieve helada las que vieron nacer el alpinismo, con sus interminables hileras de peldaños tallados a golpe de piolet… El patio está en ellas bien presente, y presentan un carácter muy particular. Y esa es la otra razón que me impulsaba a volver. ¡Cómo resistirse a la belleza de esta pared trapezoidal, a la magia de estas rampas de roca mediocre que el invierno convierte en estéticos toboganes donde uno juega a dibujar trayectorias que te conduzcan hasta la cima sin dejar la nieve, sorteando las barras rocosas!
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Subimos a buen ritmo, alternando rampas a 45º con resaltes más pendientes, algunos de ellos en hielo. Esa será la tónica en toda la ascensión. A media pared llego a la altura de la cordada que nos precede. Ellos suben a largos, protegiendo a veces las rampas con estacas, de manera rápida y eficiente. Por un momento dudo si adelantarles, pero finalmente espero a Pablo, que se ha retrasado un poco.
A partir de ahí sacamos la cuerda. En tres largos ensembles llegamos a la cresta muy cerca de la cima, montando reuniones en roca y protegiendo a veces los resaltes con tornillos cortos. Hay que admitir que las pausas en las reuniones son de agradecer. En total, serán 8 resaltes de 60-65º, alguno tal vez de 70º, de ellos dos o tres de hielo.
Son las 13:15 cuando Pablo sale de la sombra de la pared a la luz de la arista. 3h 45 min, no está nada mal. Pero la verdad es que las condiciones eran inmejorables… No podía haber salido mejor. Picamos algo, contemplando las ya familiares vistas. El paisaje es soberbio, pero en la zonas bajas apenas hay nieve…
Descendemos por el col de Gabietús (2935 m). Aquí también la huella está hecha, pero la inclinación del terreno y la nieve helada hacen que el terreno esté delicado. Nos hemos juntado muchas cordadas, salidas de la cara N y de las goulottes. La falta de nieve ha transformado lo que suele ser una cómoda rampa en un largo de hielo y mixto bastante vertical. Hay un rappel montado, pero hay que esperar, y ahí esperamos cosa de una hora. No nos quejamos, pues el rappel es largo, de 50 m, y no llegaría con nuestra única cuerda…
La última bajada por las desoladas pistas se hace pesada, pero en fin, volvemos felices, satisfechos por la jornada, pensando cual podría ser la siguiente actividad. ¿El cercano Gabietús? ¡Ah! ¡Qué bueno sería volver al couloir de Gaube! Pero parece difícil que la cascada de salida vuelva a formarse tras el retroceso glaciar. En fin, ya veremos…
A las 17:30, tras 10 h 45 min y 1500 m de desnivel, volvemos al coche, donde Gontzal nos espera amodorrado. Como suele decir Juan, una bella jornada pirenaica en compañía de Pablo y con el apoyo de Gontzal, y un buen comienzo de temporada. Y las botas genial. Ojalá siga así.
Taillon (3144 m) cara Norte, AD sup, 50-55º, 700 m
Patxi Aiaratik
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Bajo la pared |
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Hacia el col de Bujaruelo |
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La cordada de arriba |
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Decidimos sacar la cuerda |
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En el descenso. Al fondo las goulottes |
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Llegando al rappel |
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Destrepe delicado al rappel |
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Y por fin el rappel |
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Pista de hielo |
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