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| La pared de Levante |
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| "Hannah..." Primer largo, 5c/6a |
GORGES DU TODRA 3.
Paroi du Levant y final
En los treintaytantos años pasados desde mi última visita, muchas cosas han cambiado. Las carreteras de Marruecos han mejorado sensiblemente. Tinerhir ha crecido, y un nuevo barrio en construcción a la entrada desde Ouarzazate amenaza con duplicar su superficie.
Pero en realidad, creo que el mayor cambio se ha producido en mí. Por aquel tiempo, si nos planteábamos bajar a Marruecos, pues cargábamos el coche e íbamos, sin más historias. Ahora en cambio, solo el pensar en conducir durante tres o cuatro días para llegar a las paredes, me produce una pereza irresistible.
Esta vez el viaje ha sido muy sencillo. Vuelo directo Bilbao-Marraquech y luego coche de alquiler hasta Todra. Despegamos a las 7:30 y a las 18:00 estamos ya instalados en nuestro albergue, el Hotel Azul, junto al palmeral y las paredes, magníficamente atendidos por Rachid y su familia.
Afortunadamente, en esta marea de cambios lo que persiste es de más calado que lo que se transforma. La agreste belleza de Todra, el hermoso laberinto del palmeral… El centro de Tinerhir permanece tal y como lo recordaba: la plaza, los cafetines y las terrazas, el pequeño bazar que se abre a uno de sus lados. Sigue siendo una pequeña ciudad, agradable y acogedora. El trato de los locales es cordial y respetuoso, así que todas las tardes, bajamos al pueblo a cenar en uno de los txiringuitos. Pero hay que admitir que la más sabrosa de nuestras cenas, con mucho, fue la que nos preparó la mujer de Rachid el día de nuestra llegada al hotel.
¡Qué fácil es acostumbrarse a este ritmo de vida tan llevadero! Empezamos con un potente y rico desayuno en el albergue, y después vamos a escalar. Habitualmente regresamos a media tarde, picamos algo de nuestra comida y luego cae una siesta. Tras ella, para espabilarnos, Txingu me enseña algunas asanas de yoga, y yo le muestro mi tabla de estiramientos. Leer, escribir algo en la terraza, tal vez un paseo por el palmeral… pero enseguida oscurece, para cuando nos damos cuenta las sombras se adueñan del valle y es hora de cenar.
El día de nuestra llegada, lluvias torrenciales caían sobre el Atlas, llegando a cortar la carretera de acceso a las Gargantas. Al día siguiente se esperaban tormentas al mediodía, y por si acaso no fuimos a escalar. Pasamos la mañana explorando el cañón y recorriendo la meseta superior, una excursión circular de tres o cuatro horas por barrancos áridos y altiplanos pedregosos en apariencia interminables, salpicados por arbustos espinosos y algunas plantas en plena floración. A la tarde nos perdemos en el palmeral y sus abandonadas kasbahs de adobes desmoronados. Por la noche callejeamos por Tinerhir, husmeando en la tiendas para abastecernos de dátiles y frutos secos. Aun no hemos tocado la roca y ya mi espíritu y mi mirada están llenas de imágenes y olores insólitos y exóticos. ¡No hemos escalado un solo largo y ya siento que ha valido la pena venirse hasta aquí! Según pasen los días, y se sumen las vías, esta sensación irá acrecentándose.
Pero no todo es tan idílico, claro. Mientras estoy en la pared, me es fácil abstraerme del entorno, pero a veces es inevitable no sentirse molesto por el circo en que a veces se convierten las Gargantas. Escalando en el Pilar de Couchant, recuerdo escuchar con asombro y horror a un grupo de turistas marroquíes, unos cincuenta, recorrer el cañon bailando en hilera y cantando a voz en grito “La Macarena” siguiendo a su guía, que además de bailar acarreaba unos altavoces.
El turismo masivo ha llegado a las Gargantas, y estamos en Semana Santa. Hace tiempo que se asfaltó la carretera que llega hasta Todra y a ciertas horas el tráfico es incesante. Y los peores somos nosotros, pues el tráfico local (hay pueblos más allá de las Gorges) es mínimo. Los turista europeos atravesamos las gargantas con nuestras furgos y autocaravanas, y estas idas y venidas, unidas a los autobuses de los grupos organizados, provocan auténticos atascos en la pista, no demasiado ancha. Todo este tráfico sería evitable, pues la mayor parte de esos vehículos no hacen más que atravesar la garganta y volver, o bien aparcar a la salida. Sería muy sencillo impedir el paso motorizado a las gargantas, y hacer que se aparcara a la entrada, a no ser que se continúe hasta los pueblos más allá…
A todo este meneo hay que añadir los abundantes moteros, y por supuesto los peatones, que deambulamos por el cañón con los ojos bien abiertos. Sin ninguna duda, las dimensiones y belleza de Todra están hechas para ser contempladas a pie… o desde la pared.
A lo largo de la base de las paredes hay instalados tenderetes multicolores de camisetas, telas teñidas de índigo, kilims… En algún sector, vías históricas de un largo se han vuelto impracticables por los tenderetes. Pero bueno, se han ido abriendo muchos más sectores en otras zonas.
En otra época, recuerdo que vivaqueábamos a la salida de las gargantas, en las terrazas en barbecho bajo el sector “Jardin d´été”. Era barato y agradable, pero claro, despertábamos la curiosidad de los locales, que a menudo se acercaban a socializar. No había mucha intimidad.
Me cuenta mi amigo Mohamed mientras me vende verduras de su huerta en su tienda en Amurrio, que este verano la policía marroquí le ha expulsado de una playa en la que estaba acampado con su familia. Si levantan así a los de origen local, no sé si hoy en día el vivac estará permitido a los extranjeros.
También recuerdo haberme alojado en alguno de los albergues a la entrada de la Garganta. Visto el movimiento que hay ahora, creo que estamos bastante mejor y más tranquilos en el Hotel Azul, a 3 km de las paredes y ajenos al bullicio. Aunque vete a saber, tal vez con el crepúsculo y la desbandada de los turistas, las gargantas recobren su magia…
…………………
Según nos acercamos a las Gargantas, enmarcada por la silueta de las palmeras una imponente pared atrae irresistiblemente la atención. Es la Pared de Levante, al sol ya a primera hora de la mañana. Está a la izquierda del cañón, más allá de la Playa de Mansur, y desde la carretera se ve vertical y compacta. En efecto, el muro principal está surcado por varias vías de largos de 7º grado. Pero en su parte izquierda, la pared está limitada por una falla, una canal que forma una especie de espolón más tumbado. Por allí discurre “Hannah chez les grands”, una vía de 2017 de 8 largos de V/Vsup, que es la elegida para nuestra primera escalada en Todra.
Es esta una de las vías que más aparecen en las piadas de internet, y a la que Sonia le tenía echado el ojo. Tiene un par de secciones de 6ª, así que puede ser un buen test para ver cómo es el grado y cómo nos desenvolvemos…
Cuatro horas más tarde estamos en lo alto de la pared. Hemos escalado al sol, la temperatura ha sido agradable gracias a la brisa, pero ojo. Llevamos manga larga y buff al cuello, ayer en el paseo los que fueron con manga corta acabaron quemados. Tampoco hay que olvidarse del gorro, ni de las cremas y gafas de sol para el descenso. En esta pared vale la pena madrugar. Nos hemos arreglado con un litro de agua por cordada, pero al final el descenso a pie se me ha hecho largo (dos horas) y he pasado sed. Mejor llevar dos litros.
Desde la carretera la vía se veía lógica y vistosa, pero luego en realidad la escalada no es para tanto. En dos largos muy buenos se supera un muro vertical donde se concentran las dificultades (V sup y un pasito de 6ª). Pero una vez en el espolón el terreno ya es más tumbado y escalonado, con una dificultad de IV y V. Poco antes de terminar, un bonito muro de 10 m, otro 6ª bastante facilito y con las chapas cerca.
Entonces, ¿a qué se debe la fama de esta vía por lo demás del montón? Pues a lo mismo a lo que se debe la notoriedad de tantas otras love-climbings abiertas en la última década en el Piri y otros lugares: vías largas, equipadas (incluso sobreequipadas), de grado amable y sin compromiso.
Ojo, esta valoración no quiere decir que no haya disfrutado de la jornada. Los primeros dos largos recorren un paño de roca muy atractivo. La magia del entorno es espectacular, y la adherencia de la roca increíble. A medida que ascendemos, a nuestra espalda se despliega la serpenteante cinta verde del palmeral, con la cual confluyen torrenteras resecas. El acceso a la pared haciendo equilibrios sobre el canal de riego es encantador. Y el largo descenso nos regala nuevas perspectivas de la garganta, el valle y las montañas, hasta que al final aparecemos de nuevo en el palmeral, separados de las viviendas por el río que cruzaremos por otro vado.
Pero no nos engañemos. Aquí, como en tantas otra zonas de escalada, las buenas vías se abrieron hace mucho, entre los 70 y los 90, cuando los aperturistas tenían todas las paredes y líneas para elegir: las más evidentes y bellas. Salvo excepciones, que siempre las hay, estas vías modernas recorren muros más discontinuos, de menor calidad, y a menudo son rebuscadas y poco lógicas. Estas vías que tanto se repiten y tanto aparecen en internet son a veces como la comida rápida: itinerarios sin personalidad, que se escalan con comodidad y rapidez y se olvidan igual de rápido.
……………
Tras bastantes años de popularidad, Todra pasó de moda y languideció. Los buscadores de líneas y escaladas más salvajes descubrieron Taghia, que le robó protagonismo. El equipamiento de las vías fue deteriorándose, y víctima de esta mala fama, las gargantas fueron quedando sin apenas escaladores. Hace unos diez años nació una asociación local que está dándole la vuelta a la situación. Poco a poco se está procediendo al reequipamiento de las líneas históricas más interesantes, al mismo tiempo que se busca terreno para nuevas vías de largos y se equipan nuevos sectores de deportiva. Todo este trabajo se divulga con la publicación de una guía muy actualizada (la última versión del 2025) que está en venta en un par de tiendas de venta y alquiler de material de escalada a la entrada de las Gorges.
El objetivo de la asociación es que vuelvan los escaladores y se dinamice la economía local, y parece que lo están consiguiendo. A partir del Jueves Santo vemos bastante gente en los sectores de deportiva, en general bastante joven, mientras que los de más edad preferimos centrarnos en las vías de largos. Hay vías largas de 7º grado, unas cuantas además, y por supuesto no puedo opinar sobre ellas. Pero respecto a las vías “factibles” me da la sensación de que tenemos dos opciones a elegir: o bien vías modernas de las que ya sabemos a qué atenernos, de grado amable y barato y sin apenas compromiso, o bien las vías históricas, más duras y exigentes pero igualmente más estéticas y gratificantes. Algunas de ellas ya equipadas para ser escalada solo con expreses, y otras no.
Elijamos lo que elijamos, hay cantidad de opciones de cada clase. Y ya quiera uno darse caña, o simplemente escalar tranquilo, cambiar de aires y desconectar en un entorno a la vez exótico y cercano, Todra vale la pena. ¡Ha sido una gran semana de vacaciones de escalada!
Y ahora, tras la tranquila simplicidad de las Gargantas, nos espera el mogollón de Marraquech. Pero eso es otra historia.
“Hannah chez les grands”, 300 m, 8-9 largos, V-Vsup muy discontinuo, dos pasos de 6ª.
Patxi Aiaratik
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| Los tenderetes en la garganta |
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| Tras las lluvias torrenciales |
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| En el desayuno |
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| L |
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| La terraza del albergue |
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| Hacia la pared |
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| Impresiona, pero no será para tanto. |
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| Los primeros 60 m, muy buenos |
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| Ya estamos fuera: Sonia |
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| Iñaki |
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| Los viejos pellejos |
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| shopping |
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| Más shopping |
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| Turismo en el Dadés |
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| Último desayuno |
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| Agur Todra y Tinerhir |
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| Hacia Marrakech |












































































