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Papila en acción
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En la arista de Flammes de Pierre
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VERANO
EN CHAMONIX 5
La
travesía de los Drus
Amanece. Apagamos las frontales.
Como preveíamos, hemos atravesado el glaciar sin mucho problema, encordados. La
salida del glaciar a las viras pedregosas ha sido cómoda. Allí dejamos piolet,
crampones, bastones y botas. Se supone que el último rappel nos dejará aquí.
Más nos vale, de lo contrario tendremos un problema...
Con las primeras luces, ya con los
gatos puestos, acometemos la trepada que nos conduce hasta la arista de Flammes
de Pierre. Terreno cómodo y bastante evidente, con tramos de II y algún paso de
III si nos embarcamos. Alcanzamos la arista en la base de una aguja a cota 3361
m. Hay bastantes repisas de vivac en los alrededores. Avanzamos un poco más, y
en la siguiente brecha nos encordamos. Son las 07:00. Hemos puesto el
despertador a las 04:00, y nos ha llevado 2h 20 min llegar hasta aquí desde los
2841 m del refugio. Vamos bien, tenemos todo el día por delante para recorrer los
700 m de la travesía de los Drus. Debería ser suficiente. El día pinta muy
bien, y la temperatura es agradable. A estas horas de la mañana, no es ningún
problema escalar sin guantes. No en vano
otra ola de calor se ha instalado en el valle, con temperaturas de 30º C.
En cuanto hemos alcanzado la arista,
la mirada se pierde en el grandioso espectáculo de las luces oblicuas
iluminando los relieves. El inmenso y petrificado flujo de la Mer de Glace, los
gigantescos espinazos que desde las Aiguilles de Chamonix se estiran hasta el
Mont Blanc, de un lado, y por el otro desde el desafiante Dent du Géant hasta
las Jorasses. Todo un mundo de agujas, espolones, crestas, neveros y glaciares
cuya contemplación nos acompañara toda la jornada.
Estamos siguiendo la ruta original
al Petit Dru, aquella intentada en solitario hasta buena altura por Jean
Esteril Charlet en 1876, en aquellos tiempos en que además de los guías
locales, aristócratas y dandys británicos como Mummery se disputaban las
primeras ascensiones a las agujas más improbables y acrobáticas del macizo.
Tras su intento, Charlet descendió
destrepando e incluso rappelando en las secciones más verticales. Era la
primera vez que esta técnica se experimentaba en el valle. Desde luego, Jean
Charlet no era un campesino sin iniciativa. Tres años después, logró convencer
a varios compañeros de la compañía de guías, y juntos alcanzaron la cumbre del
Petit Dru, ascensión que fue celebrada en el valle a cañonazos.
Rápidamente, esta vía se convirtió
en clásica, mereciendo el puesto 40 en la legendaria lista de las “100 mejores”
de Rébuffat. La ruta sigue un vago
espolón que se forma allá donde la arista de Flammes de Pierre se encuentra con
la pared Sur. Es un terreno un tanto escalonado, no muy evidente, cortado por
viras entre las cuales a veces hay secciones verticales y atléticas. A izqda. y
dcha se ve bastante material, pitones, cordinos y hasta reuniones, lo cual
tampoco ayuda demasiado, pues a menudo se trata de embarques. La dificultad,
más que la escalada en sí, estriba en encontrar la ruta más rápida y lógica
esquivando los abundantes callejones sin salida.
El tipo de terreno y los quiebros
que vamos dando nos impedirán hacer largos a 50 ó 60 m, si llegamos a 30 m
antes de que el rozamiento nos frene, contentos. Así que en la práctica
adoptamos una estrategia de ensayo-error. Uno de nosotros lidera la cordada durante
4 ó 5 largos (III-IV y algún paso aislado de V) hasta que llega a un impasse.
Por ejemplo, una terraza en la que es imposible seguir recto. ¿Izqda o dcha?
Tiro a la derecha, y doblando una arista diviso un diedro vertical de 6 m con
un pitón que conduce a una reunión en una vira. Para cuando llego a la reunión
(tras un buena sección de V sup) ya me doy cuenta de que estoy en un embarque.
Así que aseguro a mis compis hasta la terraza, y luego me toca rappelar de la
reunión con una cuerda abandonando un maillón, con la pérdida de tiempo que
esto supone.
Aprovechamos estos impasses para
cambiar de cabeza de cordada. Marcos, con menos experiencia en estos terrenos,
irá siempre por detrás. Aún habrá algún otro embarque, pero finalmente vamos
ganando altura, y reconociendo algunos de las referencias que marca las guías:
el gran diedro, la vira de cuarzo, la pináculo roja que marca una travesía a
dos largos de la cima… Hasta que por fin, hacia las 14:30 o 15:00 h, nos
amontonamos gozosos junto a la legendaria virgen del Petit Dru (3733 m), tras 7
u 8 h de esfuerzos.
En realidad, no se trata de una
escalada muy mantenida ni difícil. La mayor parte no pasa de III o IV,
salpicada con tramos de V e incluso alguno de V sup, sobre todo si te sales de
la vía, lo que no es difícil, dada la cantidad de embarques “equipados”. En
cierto modo, me recuerda a la travesía de las Cuatro Puntas del Midi d´Ossau.
Aquí también, el acertar con el recorrido a la primera, como nos sucedió en
nuestra segunda tentativa, permite ganar mucho tiempo.
Nos tomamos nuestro tiempo,
disfrutando del paisaje y sacando fotos. Una barrita, agua… Llevamos 4 l para
los tres. De material, 8 expreses largos, un juego de tótems y cámelots hasta
el 4 con 3 tallas medias repetidas, unos
cuantos fisus y muchas cintas, simples y dobles. Todo ello en dos mochilas
ligeras. Yo llevo una lifa manga larga y un softshell, además de un chaleco de
forro y un anorak fino en la mochila. El plumas lo he dejado en el refugio…
Pero tampoco podemos relajarnos. Aun
hay que subir al Grand Dru, y luego rapelar la pared. En dos largos fáciles
conduzco a mis compañeros hasta el collado por unas viras. Por primera vez
encontramos nieve, pero podemos esquivarla.
Viene ahora la que será la sección
más bonita y mantenida de toda la escalada: la “Zeta”. Esta línea, inaugurada
por Ravanel y compañeros en 1903, es un recorrido sumamente inteligente y
tortuoso, pero poco evidente a simple vista, sobre todo al final, en que pasa a
la vertiente norte. Se trata de tres largos de V cortos por el roce, con muy
buena roca, que culminan en una chimenea de V sup habitualmente tapizada de
hielo.
No acertamos con la elección de las
reuniones, el rozamiento de las cuerdas nos hará perder tiempo, pero finalmente
estamos aquí, ante la chimenea final. Me cuelgo la mochila del arnés, y
finalmente no es un paso tan duro, tal vez porque el hielo brilla por su ausencia.
En cualquier caso, una cuerda fijada con bucles para trampear indica que no
siempre el paso será tan franco…
Y así, a eso de las 16:30 volvemos a
abrazarnos alegres en la cima del Grand Dru (3754 m). La repisa inclinada de la
cima está casi cubierta por un nevero endurecido, que por suerte podemos
evitar. ¡Las botas se quedaron abajo! Desencordados, destrepamos unas decenas
de metros hacia el collado, y luego nos separamos, buscando los rappeles en las
terrazas que miran a la cara Sur. Nos lleva cierto tiempo, pero al fin, ahí están.
Es una línea nuevita, equipada en 2021: 17 rappeles con un placa reflectante
para localizarlos en la oscuridad.
Son las 17:30, ya vamos muy justos
de luz. No voy a ocultar mi aprensión al iniciar la larga serie de rappeles:
pueden pasar tantas cosas… La primera parte del descenso es muy vertical, de
modo que rappelamos casi a ciegas. En el segundo de ellos, tras descender 55 m
estoy colgando a plomo, bastante mosca al no divisar la reunión. Penduleo a
dcha e izquda, y al fin la veo, oculta por un diedro, 5 m por encima. Hay que
joderse… Tras el 4º rappel, apenas llevamos 3 m de cuerda recogida cuando el
nudo se atasca. Con mi shunt y el de Marcos monto un tinglado autoblocante y “jumareo”
45 m de largo vertical para liberar el nudo. Por suerte, no habrá más atascos…
Tras 6 rappeles verticales, a menudo
de 50 m, llegamos a un terreno más tumbado y escalonado. Pero eso complica la
labor del que lidera el descenso, que debe parar a menudo para recuperar la
cuerda que se queda en cada repisa. Total, que a falta de 4 ó 5 largos, cuando
la pared recupera verticalidad, empieza a oscurecer. Sin gafas y con esta luz,
Papila no ve una mierda y un par de veces me espera en una repisa para que le
ayude a encontrar los tinglados. Al final, encendemos las frontales y me pongo
en cabeza. El rappel 16 me deja junto a un nevero, no veo la reunión, así que
bordeo el nevero y apuro el rappel a tope de cuerda… para aparecer justo en
nuestro depósito de material. ¡Uff! ¡Qué alivio!
Vamos, que no hay que subestimar el
descenso del Grand Dru. En el mejor de los casos, lleva su tiempo, en el peor,
puede ser un marrón. Importante subirse las gafas a la vía, así como llevar una
copia en color de la foto de los rappeles para poder orientarse. Para mí es sin
duda la parte más delicada y comprometida de la actividad. Parece ser que en
Francia no es habitual el uso de cuerdas de 60 m, prefiriendo las de 50 por su
menor peso. En este descenso, a menudo los tinglados a tope de cuerda son incómodos y colgados, cuando apenas 3 ó 4 m más abajo ves una buena repisa. En
fin, es lo que hay.
Bueno, son las 22:00, pero estamos a
salvo. Más relajados, nos encordamos para volver a atravesar el glaciar a la
luz de las frontales. Es noche cerrada, pero tengo bastante claro el itinerario
por haber conducido a mis compañeros esta madrugada. Pero ellos no lo ven
claro, y en el único tramo en que hay que saltar con una zancada sobre una
grieta, muestran sus dudas. No logro convencerlos, y no vamos a discutir, así
que retrocedemos a la vira del borde del glaciar y nos preparamos cada uno como
puede para una noche corta pero incómoda. Comemos y bebemos lo que nos queda,
nos abrigamos, nos aislamos del frío suelo lo más posible y echamos unas cabezaditas… hasta que las
tiritonas nos despiertan.
Un vivac sin saco en verano no hace
daño a nadie. Y menos en estas condiciones, sin viento y con la isoterma tan
alta, menos mal. Pero lo cierto es que la mala noche nos deja tocados, y nos
sentimos torpes y un tanto mareados cuando con las primeras luces desandamos el
glaciar de la Charpoua.
Finalmente era por donde yo suponía.
En fin, pronto estamos en el refugio, ante un café caliente, para después
regalarnos con una merecida siesta hasta las 10:00. La de ayer fue una jornada
intensa y bien completita, 17 h en total entre aproximación, escalada y
descenso, sin contar nuestro paseo nocturno por el glaciar. Así que el descenso
al valle se hará largo y fatigoso, en especial los 500 peldaños que separan la
Mer de Glace del remonte a Montenvers. ¡Qué horror!
Abajo en el valle, nos esperan el
bochorno y la ola de calor. Pero nada impedirá que más tarde, ya duchados y
afeitados, festejemos la escalada ante una fondue en una de las terrazas de
Chamonix. ¡Esta vez sí que nos hemos ganado un día de descanso!
Travesía de los Drus, 700 m, 21 largos y 17 rappeles, IV-V , máx V sup
Patxi Aiaratik
Las fotos en orden invertido, la primera sería la última y viceversa.
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Tras la escalada
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En la cima del Grand Dru
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Entrando en la Zeta
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El Grand Dru desde el Petit
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