lunes, 16 de octubre de 2023

CUENTAS PENDIENTES 2, Jou Negro y Torre Cerredo, Espolón N


Saliendo del zócalo
El Jou Negro

 

CUENTAS PENDIENTES 2

Jou Negro 2, julio del 23

Por fin hemos estado en el Jou Negro. Con el tiempo, este recóndito y remoto enclave de los Picos había ido adquiriendo en mi imaginación un aura legendaria. ¿Existía en realidad? O pertenecería más bien al limbo de los sueños, de las geografías imposibles o inalcanzables, tal como la elusiva Shambala de los místicos, el Kailash mancillado o la Palestina ensangrentada.

El Jou Negro existe en la realidad, sí, y es tal como me lo imaginaba. Un caos mineral grandioso y a la vez confidencial, humilde en realidad por sus dimensiones, pero tan impresionante en su circo de paredones que es fácil perder las referencias. A finales de julio, todavía alberga un nevero considerable, protegido por la sombra de una morrena afilada que lo separa del caos de bloques que cubre el resto de la tartera. Esa morrena será la clave de la aproximación a la pared deseada, el espolón Norte de Torre Cerredo. Al comienzo una arista horizontal y cómoda, que luego va ganando inclinación e incomodidad. En un momento dado, hay que dejarla y por una inestable ladera de derrubios atravesar un corredorcillo allí donde los restos del nevero dan acceso a la pared.

Sabía que el Jou Negro estaba cerca del Jou de los Cabrones y su refugio. Pero aunque pasé por allí con Txingu en nuestra travesía del Anillo, no llegué a identificar su acceso. Esta vez, Juan y yo accedemos desde Urriellu. Salimos del vivac por la mañana con bastones, una mochila de ataque cada uno y los trastos de escalar. Tomamos el camino del Jou de los Cabrones, superamos la preciosa Brecha de los Cazadores y la Collada Arenera. Hermosas paredes que merecen otra visita. Nuestro compañero de vivac nos había dicho que encontraríamos una senda bien marcada y balizada con hitos, y en efecto, ahí está.  Es la subida normal a la cima más alta de los Picos, Torre Cerredo (2650 m), así que es bien visible.

No estamos en la Tierra Media, pero esto podría ser alguna de las geografías del inerte mundo mineral de Mordor. A veces me giro, como presintiendo la presencia de Gollum. Pero atrás solo aparece la Torre Arenera. Por delante empieza a asomar la cima del Cerredo, semioculta por los relieves calizos. Un sarrio solitario cruza la ladera de canchales. Pobre comida tendrá en este erial de cascajo y rocas, donde encontrar una brizna de hierba es difícil.

Al fin, tras pasar otra collada, divisamos la vertiente Este del Cerredo, por donde bajaremos tras la escalada, y a donde se dirige un grupo. Abandonamos la senda, ahora más difusa, y nos desviamos hacia la derecha. Pronto tenemos ante nuestros ojos la visión agreste, siniestra y a la vez sublime del Jou Negro. Un circo salvaje y solitario limitado por paredes en apariencia verticales que se elevan sobre el caos de bloques, y pedreras y el nevero de su fondo.

Al otro lado de la depresión del Jou, a la que tendremos que bajar, se alza airoso el impresionante espolón Norte de Torre Cerredo (2650 m). De nuevo otra vía de Udaondo, esta vez con Alvarez y Bonales, en 1975. Observamos el croquis, contemplamos la pared, y algo no cuadra. ¡¡El comienzo de la vía parece hallarse a un tercio de la pared!! Con esta perspectiva el terreno del zócalo, que está bastante tumbado, parece vertical. Finalmente no será para tanto, pero la verdad es que vista desde aquí, y con la fama de mala roca que tiene la primera parte de la vía, es fácil encontrar excusas para no entrar en la pared.

Y sería un error, la verdad. Solo el acercarse hasta aquí, hasta el Jou Negro, para echar un vistazo a este mundo de grava, roca, lodo seco y nieve vieja vale ya la pena. Pero además, la vía es muy buena, y el terreno no es para nada tan perdedor como se comenta. El zócalo se inicia con 4 ó 5 m de III y luego una trepada fácil de 100-150 m que en diagonal a la derecha nos conduce a la base de la primera parte de la vía, allí donde los croquis marcan el comienzo de la escalada. Lo superamos en zapatillas.

Viene luego la primera parte de la vía, hasta el hombro, en teoría la sección más rota y perdedora. En dos largos llegamos sin problemas a un nicho muy evidente, montando la 2ª reunión en un hombrito a su derecha (Reunión a montar). El tercer largo sí que dará más trabajo para encontrarlo, pero finalmente llegaremos al hombro por terreno más bien sano y que se protege bien (IV-V)

Y ahora empieza lo bueno. Sobre el hombro se eleva el elegante espolón N del Cerredo, con unos 150 m de desnivel. Una roca inmejorable, compacta a más no poder, repleta de relieves y agujeros que convierten tanto la progresión como el aseguramiento en un placer. Desde la lejanía, el espolón aparecía temible, vertical e impresionante. Ahora, metidos en el lío, vemos que dista de ser vertical, que es un terreno cómodo de V grado donde por poder, se podría progresar por cualquier parte. Aun así, es una satisfacción ir dejándote llevar por la intuición e ir encontrando poco a poco señales de paso, algún pitón, y tres reuniones ya montadas. En cualquier caso, es muy fácil protegerse con fisus y friens medios y txikis. Vamos, una gozada de vía en un entorno inhóspito y salvaje, al que las gotas que en un momento amenazan desde un oscuro nubarrón solitario le dan un ambiente especial.

Junto a la cima, un poquito apartada en un nicho para protegerla de los rayos, otra Santina. La aproximación nos ha llevado tres horas y otra más para atravesar el Jou y pasar el zócalo. Hemos tardado otras 3 h en escalar la vía. Disfrutamos del momento y del paisaje. A lo lejos, se aprecia la cresta Madejuno-Tiro Llago-Lambrión, otra vía de Udaondo que espera nuestra visita. A nuestros pies, la crestería Cabrones-Cerredo se ve aérea y atractiva, muy afilada pese a su escasa dificultad. El misterio del Jou Negro se ha desvelado…

Descendemos por la normal de la cara E, siguiendo hitos y destrepando algún tramo de III inf hasta alcanzar el Jou de Cerredo y la ruta de aproximación. Luego desandamos camino por Collada Arenera mientras de nuevo el sol poniente juega con las nubes que nos envuelven en la Brecha de los Cazadores, y acarician los compactos lienzos de roca color de miel de la Oeste del Naranjo.

Al final serán 11 h de vivac a vivac, una jornada de soberbia belleza, de escalada y descubrimiento, un día para recordar. Y de nuevo las nubes se cierran, juegan con las paredes y nos envuelven en niebla. ¿Estará cambiando el tiempo?

Torre Cerredo (2650 m), Espolón Norte, 260 m V  + 150 m zócalo, 6-7 largos

Patxi Aiaratik

Neverón de Urriellu al amanecer
Urriellu, oasis de verdor





Las paredes de Torre Arenera



Torre Arenera

    
Torre Cerredo


En la morrena




Primer largo, ¡pues no es tan mala roca!

Largo 3º, primero diagonal dcha y luego diagonal izqda hasta el hombro

Crestería de Cabrones


Ya en el espolón




Un pasito más duro en el 5º largo

Fin de las dificultades

La Santina

¡Cima!

Cresta Madejuno-Tiro LLago


Orbayu en la Brecha de los Cazadores


Anochecer en Urriellu






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