jueves, 3 de abril de 2025

 

 

Pequeño Alpamayo

En la arista de la normal

EN TIERRAS DEL CONDOR 2

Tarija y Pequeño Alpamayo

El despertador suena a las 6:30. 5ºC bajo cero. Pronto amanecerá. A eso de las 7:30, ya con luz, nos ponemos en marcha.

Las costumbres de los guías locales nos parecen desconcertantes. Se despiertan a las dos o tres de la madrugada y realizan a oscuras la mayor parte de la actividad. No entendemos la lógica de esta decisión. La montaña está muy seca, los glaciares son puro hielo y la nieve no aparece hasta cerca de los 5000 m. Puestos a atravesar un glaciar, mejor hacerlo con buena visibilidad, sobre todo teniendo en cuenta que no hay puentes de nieve que puedan desmoronarse. Estamos en invierno, y no hay grandes variaciones de temperatura que justifiquen la marcha nocturna.

En cosa de 45 min remontamos un valle que suavemente nos conduce al glaciar de Tarija. Es este un glaciar descomunal, nada que ver con los glaciares pirenaicos e incluso alpinos, a excepción de la Mer de Glace. El glaciar de la Charpoua, por poner un ejemplo, es una birria en comparación.

Por suerte el glaciar se muestra noble. Una hermosa lengua de hielo azul-blanquecino que deja toda posible trampa bien a la vista. El acceso desde la morrena es cómodo, y las grietas que aparecen son fácilmente esquivables. Así que progresamos desencordados, con crampones y bastones al principio, y con el piolet más tarde al aumentar la pendiente, que en algún tramo se acerca a los 40º. La verdad es que sería difícil autodetenerse en caso de resbalón.

A eso de los 4900 ó 5000 m aparece la nieve sobre el glaciar, helada y transformada, y en ella un atisbo de huella. Cruzamos un par de grietas por puentes de aspecto sólido, y por fin la pendiente remite al llegar a una especie de hombro, donde nos reagrupamos. El campo de visión se enriquece: más relieves y cimas desconocidas. Ni que decir tiene que llego el último…

Toca ahora una rampa más empinada, de 40º-45º, surcada por penitentes esculpidos por el viento en la nieve helada. Es un coñazo sortear estas crestas de medio metro de altura entre las que no entra la bota, y que a veces se rompen cuando las pisas, haciéndote perder el equilibrio si no es que te golpeas en la espinilla. Pero pronto quedan atrás. Poco más arriba llegamos al límite superior del glaciar, en una cresta de roca a la que es fácil acceder. El punto culminante de la arista es el Pico Tarija (5240 m)

Se va notando la fatiga, pero marchando a ritmo regular aun hay bastante margen. Eso sí, mi ritmo es el más lento del grupo. Apenas me quito la mochila para picar algo, ya mis compañeros están de nuevo en marcha. En fin, habrá que acostumbrarse.

Ya en la cresta cimera se nos ha aparecido por fin la pirámide del Pequeño Alpamayo. Se ve preciosa, aunque distinta a la imagen tantas veces contemplada en las guías. En julio ya no luce inmaculada como una pirámide blanca. Su estética arista que se estiraba hasta la cima se estrella contra una barra rocosa que habrá que bordear. Fantaseábamos con la posibilidad de asomarnos a la Directísima, pero la falta de nieve deja al descubierto unos muros verticales de roca y hielo negro, en lugar de la rampa uniforme a 70º que esperábamos. Más tarde nos comentarán guías locales que el verano hace años que dejó de ser la época óptima para el alpinismo. Ahora es en mayo y comienzos de junio cuando la montaña luce más bella y nevada.

Desde la cima de Tarija tenemos que destrepar unos 80 ó 100 m con algún paso de III, así que nos quitamos los crampones. Nos cruzamos con dos cordadas que vuelven del Pequeño Alpamayo. En una de ellas, tres de los argentinos, dos chicos y la única chica, nos indican que han equipado un abalakov para facilitar el descenso. De hecho, ahora mismo un tercer equipo está instalando el rappel.

Tras el destrepe y una sección horizontal más cómoda, de nuevo pisamos hielo y nieve helada, y nos calzamos los crampones. Otro murito de penitentes, y ya tenemos la estética y afilada arista a la vista. El terreno se ve cómodo, hay huella hecha aunque a veces asoma el hielo. Al final, las cuerdas quedarán en las mochilas. Recorremos la arista cosa de 80 o 100 m, pero al final hay que abandonarla, pues ya no llega hasta la cima. Tendrá unos 45º de inclinación, tal vez 50º en algún tramo. Dejando las mochilas en unos bloques, superamos cada uno a su ritmo los últimos metros. Una trepada de 3 ó 4 m de III, y luego terreno ya más cómodo hasta el punto culminante del Pequeño Alpamayo (5410 m). Son las 12:30 h.

Contemplamos embelesados el mundo mineral que nos rodea, donde destaca, relativamente próximo, el Huaina Potosí. A nuestro alrededor parece cambiar el tiempo, sopla el viento y desde la vertiente opuesta se elevan nubes oscuras que nos rodean. Mejor no demorarse y regresar.

Desandamos camino hasta la instalación de rappel, a la que añadimos un maillón. ¡Hay que colaborar! Más tarde volvemos a quitarnos los crampones para subir por roca los 100 m de trepada que nos vuelven a separar del Pico Tarija, y aquí sí que se hace patente el cansancio, o la altura, o la mezcla de ambos. Uff! Por suerte, ahora es todo cuesta abajo… A las 14:00 iniciamos el descenso del glaciar..

Al parecer, no soy el único en sentir la falta de aclimatación. Poco a poco, los jóvenes del grupo, Axi y Aitzol, irán quedándose atrás. Txingu y yo bajamos relativamente rápidos, concentrados para no resbalar, y al finalizar el glaciar esperamos a los compañeros. El último tramo hasta la tienda, ese suave descenso por buena senda, se me hará interminable y agotador… Pero finalmente , a eso de las 16 h, estamos todos felices y despatarrados junto a las tiendas. Han sido algo más de 8 h de actividad y unos 800 m de desnivel. No es gran cosa, en realidad, y sin embargo la sensación de agotamiento es brutal, totalmente desproporcionada. Está claro que aún nos falta aclimatación. Por lo pronto, nos hemos ganado una merecida siesta…

La tarde está llegando a su fin cuando salgo de la tienda. Antes de acercarnos al refugio a preparar la cena, escuchamos el parte de bajas: Txingu y Aitzol presentan unas hermosas rozaduras en los dedos de los pies, en fin, nada que no pueda tratarse con desinfectante y Compeed. ¿Y los planes para mañana? Lo único claro es que no estamos como para ascender al Condoriri. La Cabeza del Condor tendrá que esperar.

Por otro lado, no somos los únicos damnificados. De entre el grupo de argentinos, la chica ayer tan charlatana ya ni dará señales de vida, no saldrá de la tienda de puro agotamiento. Los dos chicos que subieron con nosotros eran Ramiro, de 35 años, residente en Ushuaia, y Luca, jovencito de veintipocos de Buenos Aires. Ayer Luca ya andaba un tanto mareado, y tras pasar el día haciendo prácticas por el glaciar de Tarija, esta noche tendrá que tomarse una pastilla de Dexametasona. Por pequeñas que parezcan, estas montañitas de 5000 m pueden darte una buena paliza.

Por lo demás, y aparte el cansancio, la jornada me ha dejado muy buen punto. Ha sido una bella actividad para estrenarnos, y tengo la sensación de que la hemos realizado con relativa rapidez y en total seguridad. Cuando estemos del todo aclimatados, la forma física no será un problema.

Mañana será otro día en las tierras del Condor… 

Tarija y Pequeño Alpamayo. Ascensión glaciar y arista, max 50º AD inf?

Patxi Aiaratik

 


La vizcacha






Rappel de abalakov






Últimos metros






Arista a la vista. ¿Con o sin cuerda?




El destrepe entre Tarija y Pequeño Alpamayo



En los penitentes












Glaciar de Tarija

Amanecer en el Condoriri

martes, 25 de marzo de 2025

EN TIERRAS DEL CONDOR 1 Verano del 2024

 

 

Un momento emocionante. Visión de las primeras llamas, con el Huaina Potosí al fondo.

El Nevado Condoriri (5648 m) extiende sus alas...


EN TIERRAS DEL CONDOR 1

Verano del 2024

Hay oportunidades que uno no puede dejar escapar. A finales del 2023 Txingu me propuso viajar a Bolivia. Llevaba ya muchos años sin ningún viaje de alpinismo, demasiados, así que me apunté. Y en efecto, como esperaba, fue un gran viaje.

……………

Los inicios de cada viaje son diferentes, pero todos comparten algunos rasgos en común. Por ejemplo, la obligada y prolongada permanencia en “no-lugares” previa a la llegada al destino. Aeropuertos, salas de espera, escalas, momentos donde el tiempo parece demorarse y detenerse, y que uno debe sufrir cual marino en calma chicha, para por fin llegar a buen puerto. En nuestro caso, a la ya de por sí larga jornada de viaje, veintitantas horas en total, hubo que añadirle otra debido a la caída generalizada de internet en Europa Occidental. Pero finalmente, con un día de retraso y a falta de dos petates, logramos plantarnos una noche de julio en el aeropuerto de El Alto, La Paz, tras hacer escala en Madrid, Caracas y Lima.

Aun adormilados y aturdidos por el viaje, nos montamos en un taxi que enseguida abandona El Alto y se sumerge en lo que en la oscuridad parece un inmenso cráter iluminado por miríadas de lucecillas. El espectáculo que ofrece la visión nocturna de La Paz es hermoso e inusual, más si cabe contemplada desde El Alto. Bajo un firmamento iluminado por miles de estrellas, otros miles de puntos luminosos, como un reflejo, dejan intuir el inmenso anfiteatro que cual cráter abierto en el altiplano forman los terrosos farallones que caen hacia La Paz, profundos y vertiginosos, en los que de manera increíble un amasijo de viviendas señaladas por humildes bombillas se aferran con tenacidad y desesperación a las escarpadas pendientes.

La mágica visión desaparece al zambullirnos en el barullo de calles y edificios de La Paz adormecida, pero volveremos a encontrarla, ahora vista desde abajo, desde la terraza de nuestro albergue, en un tercer piso al que por cierto nos cuesta subir…

La Paz es una ciudad fascinante por muchos motivos, así que habrá que sumergirse en sus calles y sus gentes. Pero por el momento, daremos un salto de 4 ó 5 días, y nos instalaremos a bordo de una furgoneta bien cargada con nuestros petates, en la que nuestro cuarteto, acompañado de dos montañeros argentinos, se dispone ¡por fin! a abandonar La Paz para nuestra primera salida a las montañas andinas.

………………

El macizo del Condoriri ofrece varias ventajas. Es de los más cercanos a La Paz, y se halla bien comunicado: 3ó 4 horas por carretera y pistas de tierra en bastante buen estado. Su altura es relativamente modesta, culminando hacia los 5600 m, lo que esperamos que sirva para rematar nuestra aclimatación. Por último, y tal vez lo más importante, es un paraje tan agreste como encantador.

En una guía de 2014 se habla de 3 h de aproximación desde la aldea de Tuni, pero las cosas cambian rápido en estos países… La mejora de las pistas permite ahora acercarse hasta La Rinconada, a hora y media de lo que será nuestro campamento tras pasar la laguna Chiar Khota, a 4670 m de altitud.

Negociamos con Roque, arriero local, el transporte de nuestros 3 petates hasta el campo base. La subida la harán a lomos de mula, pero será la excepción: las motos parecen estar sustituyendo  a las bestias de carga. A la bajada Roque descenderá los petates sujetos a la parrilla de su moto.

Tanto las motos como las furgos y muchos de los coches que veremos son de fabricación china. En este mercado ni los fabricantes norteamericanos ni los europeos parecen tener mucho que hacer.

Así pues, una breve y relajada marcha de aproximación nos deja tras bordear dos lagunas en el centro de un espectacular anfiteatro, sobre las últimas praderas antes de entrar en el mundo mineral de pedreras y morrenas. Un grupo de llamas pastea por los alrededores, marcando distancia con un rebaño de ovejas y algunos burros, mientras que entre los bloques de la pedrera las vizcachas, extraña mezcla entre ardilla y conejo, juegan al escondite. En primer plano hay una construcción alargada de una planta, moderna pero un tanto destartalada, el refugio. Varias rústicas cabañas de piedra seca, construcciones pastoriles en desuso, parece rodearla. Y en la pradera un buen número de tiendas multicolores de los grupos de trekking, con su séquito de arrieros, guías, cocineros y burros… Afortunadamente, las motos aun no pueden atravesar los collados…

Cerrando el horizonte, a ambos lados del valle una línea de cerros se va convirtiendo en riscos de roca oscura, hasta que por fin aparece a cierta altura el blanco de la nieve y el hielo. Un par de cascadas de seracs impresionantes capturan irresistiblemente la mirada, y tras ella asoma poderosa y atractiva la Cabeza del Condor, el Condoriri. Otro glaciar, más tendido y lejano, se pierde en el horizonte… Se me hace difícil calcular las proporciones de estas montañas. Se diría que estamos rodeados de seismiles y sietemiles, y sin embargo apenas nos separan 900 m de la cima más elevada. No conozco ningún otro paraje en el que con tan poco esfuerzo uno pueda hallarse en mitad de un paisaje de alta montaña tan espectacular. No es de extrañar que sea muy visitado por grupos de trekking, como lo indica el número de tiendas.

Roque nos invita a aprovechar el refugio para cocinar. Hay butano y un mínimo de electricidad surtido por una placa solar, y uno está protegido del viento. Pero no hay guarda y las condiciones nada tienen que ver con las de los refugios europeos. Para esta visita, nosotros hemos preferido montar nuestras tiendas.

Con las últimas luces, Txingu y yo nos encaramamos a las lomas que limitan el valle hacia el oeste. Subimos hasta pasar los 5000 m, por aquello de aclimatar. Las últimas luces embellecen el trapecio del Condoriri, pero el valle y las lagunas están ya a la sombra. Un nutrido grupo de llamas se desparrama por las escuálidos pastos. Contemplamos la puesta del sol, y descendemos hacia las sombras. Subiendo al sol y sin viento, uno casi estaba cómodo en manga corta, pero ahora las temperaturas bajan rápidamente.

Hacemos planes para el día siguiente. Durante toda la aproximación, la visión del Nevado Condoriri con sus alas desplegadas nos ha hipnotizado. Pero igual es mejor empezar por algo más sencillo y con menos desnivel. El pequeño Alpamayo por ejemplo, ascensión muy popular y estética que me hartado de contemplar en relatos, revistas y blogs.

Compartimos el poco espacio del refu con un nutrido grupo de jóvenes argentinos que están en algún tipo de formación alpina. Su experiencia en alpinismo y escalada es de lo más variopinta, así que no se trata de la formación de guía de montaña. La semana que viene van a ser evaluados en estas mismas cimas, y han venido antes para aclimatar y hacer prácticas. Parece ser que por cercanía y economía, la Cordillera Real es bastante visitada por los andinistas argentinos.

Salimos del refugio de regreso a las tiendas y al saco de dormir, y la Vía Láctea se desparrama en un fulgor de estrellas por un cielo extraño, en el que no reconozco las constelaciones. Estamos en el hemisferio Sur, en invierno… A lo largo de la noche saldré otras dos o tres veces a admirar la nitidez del firmamento…

Bueno, en realidad salgo agobiado y desvelado por una desasosegante sensación de ahogo. Mi aclimatación aun es un tanto escasa, y esta es mi manera de acusarlo. Conozco ya esa angustiosa sensación de otras visitas al Himalaya, y ya no me asusta, pero sigue siendo igual de molesta. En realidad creo que en este viaje he pasado la mayor parte de las noches desvelado, incluso en La Paz, que “solo” está a 3800 m, aunque por lo menos siempre he amanecido descansado. Aquí arriba al menos, cuando la claustrofobia y la sensación de ahogo me sacan de la tienda, tengo un hermoso cielo estrellado, y una silueta hecha de seracs y oscuras montañas para contemplar. Incluso creo que llego a identificar la Cruz del Sur.

Patxi Aiaratik

 



Regresando a las sombras...




Intentando aclimatar a 5000 m










Interiór del refugio

Refugio y campamento





Cabeza del Condor y Ala izquierda

Laguna Chiar Khota


Glaciar y cima de Tarija, y Pequeño Alpamayo









La Rinconada, empieza la aproximación (el coche no es nuestro)



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