martes, 25 de marzo de 2025

EN TIERRAS DEL CONDOR 1 Verano del 2024

 

 

Un momento emocionante. Visión de las primeras llamas, con el Huaina Potosí al fondo.

El Nevado Condoriri (5648 m) extiende sus alas...


EN TIERRAS DEL CONDOR 1

Verano del 2024

Hay oportunidades que uno no puede dejar escapar. A finales del 2023 Txingu me propuso viajar a Bolivia. Llevaba ya muchos años sin ningún viaje de alpinismo, demasiados, así que me apunté. Y en efecto, como esperaba, fue un gran viaje.

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Los inicios de cada viaje son diferentes, pero todos comparten algunos rasgos en común. Por ejemplo, la obligada y prolongada permanencia en “no-lugares” previa a la llegada al destino. Aeropuertos, salas de espera, escalas, momentos donde el tiempo parece demorarse y detenerse, y que uno debe sufrir cual marino en calma chicha, para por fin llegar a buen puerto. En nuestro caso, a la ya de por sí larga jornada de viaje, veintitantas horas en total, hubo que añadirle otra debido a la caída generalizada de internet en Europa Occidental. Pero finalmente, con un día de retraso y a falta de dos petates, logramos plantarnos una noche de julio en el aeropuerto de El Alto, La Paz, tras hacer escala en Madrid, Caracas y Lima.

Aun adormilados y aturdidos por el viaje, nos montamos en un taxi que enseguida abandona El Alto y se sumerge en lo que en la oscuridad parece un inmenso cráter iluminado por miríadas de lucecillas. El espectáculo que ofrece la visión nocturna de La Paz es hermoso e inusual, más si cabe contemplada desde El Alto. Bajo un firmamento iluminado por miles de estrellas, otros miles de puntos luminosos, como un reflejo, dejan intuir el inmenso anfiteatro que cual cráter abierto en el altiplano forman los terrosos farallones que caen hacia La Paz, profundos y vertiginosos, en los que de manera increíble un amasijo de viviendas señaladas por humildes bombillas se aferran con tenacidad y desesperación a las escarpadas pendientes.

La mágica visión desaparece al zambullirnos en el barullo de calles y edificios de La Paz adormecida, pero volveremos a encontrarla, ahora vista desde abajo, desde la terraza de nuestro albergue, en un tercer piso al que por cierto nos cuesta subir…

La Paz es una ciudad fascinante por muchos motivos, así que habrá que sumergirse en sus calles y sus gentes. Pero por el momento, daremos un salto de 4 ó 5 días, y nos instalaremos a bordo de una furgoneta bien cargada con nuestros petates, en la que nuestro cuarteto, acompañado de dos montañeros argentinos, se dispone ¡por fin! a abandonar La Paz para nuestra primera salida a las montañas andinas.

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El macizo del Condoriri ofrece varias ventajas. Es de los más cercanos a La Paz, y se halla bien comunicado: 3ó 4 horas por carretera y pistas de tierra en bastante buen estado. Su altura es relativamente modesta, culminando hacia los 5600 m, lo que esperamos que sirva para rematar nuestra aclimatación. Por último, y tal vez lo más importante, es un paraje tan agreste como encantador.

En una guía de 2014 se habla de 3 h de aproximación desde la aldea de Tuni, pero las cosas cambian rápido en estos países… La mejora de las pistas permite ahora acercarse hasta La Rinconada, a hora y media de lo que será nuestro campamento tras pasar la laguna Chiar Khota, a 4670 m de altitud.

Negociamos con Roque, arriero local, el transporte de nuestros 3 petates hasta el campo base. La subida la harán a lomos de mula, pero será la excepción: las motos parecen estar sustituyendo  a las bestias de carga. A la bajada Roque descenderá los petates sujetos a la parrilla de su moto.

Tanto las motos como las furgos y muchos de los coches que veremos son de fabricación china. En este mercado ni los fabricantes norteamericanos ni los europeos parecen tener mucho que hacer.

Así pues, una breve y relajada marcha de aproximación nos deja tras bordear dos lagunas en el centro de un espectacular anfiteatro, sobre las últimas praderas antes de entrar en el mundo mineral de pedreras y morrenas. Un grupo de llamas pastea por los alrededores, marcando distancia con un rebaño de ovejas y algunos burros, mientras que entre los bloques de la pedrera las vizcachas, extraña mezcla entre ardilla y conejo, juegan al escondite. En primer plano hay una construcción alargada de una planta, moderna pero un tanto destartalada, el refugio. Varias rústicas cabañas de piedra seca, construcciones pastoriles en desuso, parece rodearla. Y en la pradera un buen número de tiendas multicolores de los grupos de trekking, con su séquito de arrieros, guías, cocineros y burros… Afortunadamente, las motos aun no pueden atravesar los collados…

Cerrando el horizonte, a ambos lados del valle una línea de cerros se va convirtiendo en riscos de roca oscura, hasta que por fin aparece a cierta altura el blanco de la nieve y el hielo. Un par de cascadas de seracs impresionantes capturan irresistiblemente la mirada, y tras ella asoma poderosa y atractiva la Cabeza del Condor, el Condoriri. Otro glaciar, más tendido y lejano, se pierde en el horizonte… Se me hace difícil calcular las proporciones de estas montañas. Se diría que estamos rodeados de seismiles y sietemiles, y sin embargo apenas nos separan 900 m de la cima más elevada. No conozco ningún otro paraje en el que con tan poco esfuerzo uno pueda hallarse en mitad de un paisaje de alta montaña tan espectacular. No es de extrañar que sea muy visitado por grupos de trekking, como lo indica el número de tiendas.

Roque nos invita a aprovechar el refugio para cocinar. Hay butano y un mínimo de electricidad surtido por una placa solar, y uno está protegido del viento. Pero no hay guarda y las condiciones nada tienen que ver con las de los refugios europeos. Para esta visita, nosotros hemos preferido montar nuestras tiendas.

Con las últimas luces, Txingu y yo nos encaramamos a las lomas que limitan el valle hacia el oeste. Subimos hasta pasar los 5000 m, por aquello de aclimatar. Las últimas luces embellecen el trapecio del Condoriri, pero el valle y las lagunas están ya a la sombra. Un nutrido grupo de llamas se desparrama por las escuálidos pastos. Contemplamos la puesta del sol, y descendemos hacia las sombras. Subiendo al sol y sin viento, uno casi estaba cómodo en manga corta, pero ahora las temperaturas bajan rápidamente.

Hacemos planes para el día siguiente. Durante toda la aproximación, la visión del Nevado Condoriri con sus alas desplegadas nos ha hipnotizado. Pero igual es mejor empezar por algo más sencillo y con menos desnivel. El pequeño Alpamayo por ejemplo, ascensión muy popular y estética que me hartado de contemplar en relatos, revistas y blogs.

Compartimos el poco espacio del refu con un nutrido grupo de jóvenes argentinos que están en algún tipo de formación alpina. Su experiencia en alpinismo y escalada es de lo más variopinta, así que no se trata de la formación de guía de montaña. La semana que viene van a ser evaluados en estas mismas cimas, y han venido antes para aclimatar y hacer prácticas. Parece ser que por cercanía y economía, la Cordillera Real es bastante visitada por los andinistas argentinos.

Salimos del refugio de regreso a las tiendas y al saco de dormir, y la Vía Láctea se desparrama en un fulgor de estrellas por un cielo extraño, en el que no reconozco las constelaciones. Estamos en el hemisferio Sur, en invierno… A lo largo de la noche saldré otras dos o tres veces a admirar la nitidez del firmamento…

Bueno, en realidad salgo agobiado y desvelado por una desasosegante sensación de ahogo. Mi aclimatación aun es un tanto escasa, y esta es mi manera de acusarlo. Conozco ya esa angustiosa sensación de otras visitas al Himalaya, y ya no me asusta, pero sigue siendo igual de molesta. En realidad creo que en este viaje he pasado la mayor parte de las noches desvelado, incluso en La Paz, que “solo” está a 3800 m, aunque por lo menos siempre he amanecido descansado. Aquí arriba al menos, cuando la claustrofobia y la sensación de ahogo me sacan de la tienda, tengo un hermoso cielo estrellado, y una silueta hecha de seracs y oscuras montañas para contemplar. Incluso creo que llego a identificar la Cruz del Sur.

Patxi Aiaratik

 



Regresando a las sombras...




Intentando aclimatar a 5000 m










Interiór del refugio

Refugio y campamento





Cabeza del Condor y Ala izquierda

Laguna Chiar Khota


Glaciar y cima de Tarija, y Pequeño Alpamayo









La Rinconada, empieza la aproximación (el coche no es nuestro)



sábado, 15 de marzo de 2025

ESPEJISMOS DE INVIERNO, Aralar. Invierno 2024-25

 

 



ESPEJISMOS DE INVIERNO, Aralar

Invierno 2024-25

A punto de entrar la primavera, una inesperada ola de frío tiñe de blanco las sierras y aviva la esperanza de calzarnos otra vez los esquís de fondo.

El invierno está siendo pésimo. Dos episodios de frío al inicio de la temporada coincidieron con una montaña apenas nevada. Se formaron alguna de las goulottes del Taillon, las cascada de Canal Roya y poco más, senderos tantas veces recorridos que apenas excitan la curiosidad. Por internet llegaban hermosas imágenes de cascadas en Cogne y La Grave, de goulottes en Chamonix. Pero aquí asistíamos impotentes al segundo invierno consecutivo sin que las cascadas del circo de Gavarnie acaben de formarse.

Luego llegó por fin la nieve, abundante incluso a partir de cierta altura. Pero las jornadas aprovechables han coincidido siempre entre semana, mientras que los fines de semana las borrascas se sucedían. Nunca había tenido que tirar tanto de rocódromo para aprovechar los sábados.

Extrañamente en este invierno tan cutre, hemos tenido la fortuna de disfrutar de dos atípicas y gratificantes jornadas de esquí de fondo en la sierra de Aralar. Bastante inesperadas, pues en realidad tampoco teníamos muy claro a qué altura íbamos a encontrar nieve, ni en qué estado, ni si habría suficiente como para esquiar. De hecho, las dos veces llevábamos botas de trekking por si las moscas. Pero la suerte nos acompañó, y sin apenas porteo pudimos deslizarnos por los nevados rasos y hayedos de la sierra. En la primera salida, la bruma difuminaba los paisajes y dificultaba la orientación. En la segunda, un día despejado nos animó a abandonar las pistas habituales para acercarnos a Desaomendi y la borda de Desao, para después contemplar asombrados el impresionante fluir del agua del deshielo desapareciendo en los sumideros cercanos a Unako putzua.

Agradable reencuentro con estos paisajes que recorremos desde la adolescencia, y con viejos conocidos como Poto y Belen. Parece ser que la comunidad de fondistas de Aralar cobra nueva vida con la iniciativa de Andoni, bombero de Eskoriatza, de volver a marcar la huella desde Guardaetxe, y la creación de una asociación. Ojalá tire para adelante. Para más info, este es el tlf de Andoni y de la asociación: 662211251.

Y ahora, a punto de entrar la primavera, con Sierra Salbada y Gorbea bajo una ligera nevada que parece insuficiente para deslizarse sobre ella, espero que mañana de nuevo la suerte nos acompañe en Aralar para la tercera y seguramente última salida de fondo de la temporada.

Patxi Aiaratik

 
































EN TIERRAS DEL CONDOR 1 Verano del 2024

    Un momento emocionante. Visión de las primeras llamas, con el Huaina Potosí al fondo. El Nevado Condoriri (5648 m) extiende sus alas... ...